lunes, 23 de abril de 2018

El Buscón, las apariencias y la Corte


Foto: Autor/a desconocido/a
Publicado en Levante de Castellón el 20 de abril de 2018
Parece que este país no es capaz de quitarse de encima la maldición histórica de las apariencias. Quizá, lo de parecer lo que no somos y el aparentar ante los demás, sea una mal de la condición humana, no digo yo que no, pero en la vieja piel de toro lo llevamos a un extremo tan altamente considerado, que parece estar implantado en el ADN de nuestra sociedad, hasta tal punto, que el aparentar es un uso tan corriente, que lo vemos normal en nuestra manera de relacionarnos con los demás. Nuestro status social está marcado por la admiración que provocamos en los otros, ya sea porque tenemos el mejor coche, la casa más grande, el título que mostrar más sofisticado o una hazaña que contar. Somos así y creo que nadie lo va a remediar.
                Ya lo escribió Quevedo en 1626, en su novela “La vida de El Buscón”, cuando el pícaro don Pablos se encontró don Toribio Rodríguez Vallejo Gómez de Ampuero y Jordán (todos los apellidos son pocos para enaltecer la alcurnia de un hidalgo venido a menos) y este le explica todas las artimañas de la apariencia y el remedo, para vivir en la Corte madrileña, si no como un señor, sí con la dignidad que da el parecer lo que no se es; personajes aceptados por los demás, incluso a sabiendas de que no son lo que pretenden aparecer, no vaya a ser que… Me van a permitir que les trascriba algunas de las recomendaciones que recibe don Pablos de su nuevo amigo: «Estamos obligados a andar a caballo una vez cada mes, aunque sea en pollino, por las calles públicas; y obligados a ir en coche una vez en el año, aunque sea en la arquilla o trasera. Pero, si alguna vez vamos dentro del coche, es de considerar que siempre es en el estribo, con todo el pescuezo de fuera, haciendo cortesías porque nos vean todos, y hablando a los amigos y conocidos aunque miren a otra parte».
                Como verán aunque ha pasado el tiempo, los comportamientos siguen siendo los mismos. Parece que todavía tiene más pistón social aparentar lo que no se es o tener un título que mostrar, si es universitario mejor, aunque no te dé comer,  que pertenecer al vulgo, dicho esto en sentido genérico. Es lo mismo que en la sociedad barroca de la corte de los Austrias, donde no sólo se tenía que demostrar la limpieza de sangre, para tener un estatus digno ante los demás, había que mostrar, además, que no se tenía oficio manual, pues estos tenían una baja consideración en la sociedad estamental de la época. Por eso, los burgueses enriquecidos pagaban fortunas por comprar un título nobiliario que diera fuste a su familia, lejos del oficio que les había dado riqueza, e insistían con denuedo convertirse en rentistas. Sin ir más lejos, el mismísimo Velázquez, pugnara durante años para que la actividad de pintor no fuese considerada un trabajo manual, incluso para un pintor de la Corte, como él lo era, y poder entrar en la Orden de Santiago. Alonso Cano, clérigo y artista, declaró en su favor que «ni en todo el tiempo que le había conocido, ni antes, había oído decir que haya sido pintor por oficio».
                Pues en la corte de los Borbones del siglo XXI, seguimos igual, como si la historia fuese un tiovivo que da vueltas y vueltas, pasando siempre por el mismo sitio. ¿Qué les pasa a nuestros políticos, que no paran de inventarse una vida curricular que les dé brillo ante los demás? Quizá nada que no le suceda al resto de la sociedad, que como ya hemos dicho vive de la apariencia; en definitiva los políticos son el reflejo de la sociedad que les vota.
Parece, que para tener una mayor consideración en el mundo político y en el establishmen social, tienen que inventarse currículums universitarios, o que se los regalen, como estamos viendo últimamente. Las licenciaturas y masters proliferan como las setas en la vida académica de diputados, concejales y altos cargos de Partido. Masters de afamadas universidades hechos en Aravaca; masters falsificados por universidades amigas del poder; ingenieros que sólo tiene algo de formación; cursos formativos que por el arte del birlibirloque se convierten masters de primer orden; pedagogos que no han pisado una universidad en su vida…, en fin,  toda una panoplia de títulos que ahora están siendo podados de los currículums a la velocidad que van saltando escándalos. 
Porque de eso se trata: de esconder y minimizar la estupidez de una clase dirigente, que vive en una burbuja estamental cargada de privilegios, a la que sólo se accede mediante el engaño y la apariencia, igual que hacía el Buscón don Pablos, para hacerse un hueco en la Corte del siglo XVII.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La vivienda, un derecho olvidado

  Ruido. Demasiado ruido en la política española, que sólo sirve para salvar el culo de algunos dirigentes políticos, que prometieron la lun...