domingo, 29 de abril de 2018

La posverdad


Publicado en Levante de Castellón el 27 de abril de 2018
              Cada vez vivimos más instalados en la sociedad de la posverdad, este nuevo concepto que se define como (copio literalmente« de Wikipedia): mentira emotiva que describe la distorsión deliberada de una realidad, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales, en la que los hechos objetivos tienen menor influencia que las apelaciones a las emociones y las creencias personales». Si fijamos la atención en lo que sucede a nuestro alrededor, nos daremos cuenta que no tiene nada que ver con el relato que desde el poder establecido se nos trasmite a diario desde los medios de comunicación.
                La posverdad no es un concepto nuevo, que haya surgido en el albor del siglo XXI, se ha repetido, machaconamente, a lo largo de la historia. En la apelación a las emociones, Hitler pudo modelar el relato de la realidad de los alemanes de la década de los años 30 del siglo pasado, para convertir a Alemania en un estado lanzado a una locura asesina, con la única razón de hacer sentirá sus compatriotas la emoción de creerse una raza superior capaz de conquistar el mundo. Igualmente, Franco construyó una sociedad de pasiones encendidas contra aquellos que no aceptaba el relato de una España grande, unida y católica, gracias a la Iglesia (que de posverdades sabe mucho), que ocultaba la realidad de una sociedad triste reprimida y ahogada de miseria. La sociedad del “Arriba España” estaba sobresaturada de emociones con un velo en los ojos.
                 Ya no importa que la sociedad se haya empobrecido sin remedio gubernamental ni que la desigualdad de género siga siendo una de las vergüenzas más grandes, heredades de siglos anteriores. No importa que la sanidad, la educación y las pensiones estén siendo sometidas al estrangulamiento económico por quienes deberían sostenerlas, con el único fin de alcanzar el mayor grado de privatización posible. No entra entre las preocupaciones de la sociedad que el medio ambiente se esté deteriorando hasta el punto de poner en peligro nuestras vidas (cuánta gente muere todos los años por culpa del cambio climático). Hablar del paro resulta cansino, poco elegante. Cualquier problema que se pueda medir y, por tanto, cuantificar en cuánto nos afecta, lo que podría poner en peligro las políticas de una clase dirigente cada vez más preocupada por mantenerse en el poder en vez de solucionarlos, es ocultado, apartado del relato social y sumido en el olvido mediático y de nuestras conciencias.
                No nos ha extrañar, por tanto, el crecimiento de los sentimientos nacionalistas, el resurgir de las creencias religiosas con toda la carga de intolerancia que las ha caracterizado durante siglos o el enaltecimiento del miedo. Como ven, todos ellos escarbando en las profundidades de  nuestras emociones, que actúan sobre nuestro comportamiento de una manera más directa que la razón.
                Mientras la sociedad está ocupada en debates emocionales que nos enfrentan o nos paralizan, se descompone, se disuelve la democracia en debates estériles y olvida que no hace mucho, el bienestar era una realidad que podíamos tocar, la justicia y la igualdad quimeras por las que merecía la pena luchar. Sin embargo, preferimos enfrascarnos en paleas de banderas, en defensa de simboles nacionalistas o religiosos,  que ocultan lo que de verdad está sucediendo, lo que podría mejorar nuestra vida, si nos preocupáramos de buscar soluciones colectivas e individuales leyendo la realidad que nos rodea. 
                El poder nos dibuja un escenario siempre favorable a sus intereses: desprestigia los sindicatos, porque sabe que son estos los que puede canalizar el malestar y las reivindicaciones de la sociedad, que afectan a nuestra calidad de vida. Amordaza la democracia con subterfugios legales, porque ésta sólo debe atenerse a la expresión libre de la ciudadanía. Retuerce la legalidad para ajustarla a los intereses de su posverdad: negación de la memoria histórica, mientras se reivindica la memoria de las víctimas del terrorismo; persecución de la libertad de expresión, para que lo que sucede quede oculto bajo las alfombras de sus palacios; aprovechar crímenes puntuales de gran impacto social, para endurecer el código penal; tratar de extender la corrupción que les mina, sobre el resto de la sociedad, como si todos lleváramos un corrupto dentro; construir acusaciones fuera de lugar, para justificar un relato ajeno a la realidad. Un sin fin de comportamientos que van dirigidos a la exaltación emocional de cada uno de nosotros, para adormecer  nuestra capacidad de observar la realidad con mirada crítica. Es  la posverdad que todo lo controla. Goya, con esa mirada capaz de atravesar el papel celofán que envolvía la realidad de su siglo, ya lo intuyó en su aguafuerte: “El sueño de la razón produce monstruos”,  o cuando los hombres no oyen el grito de la razón, todo se vuelve visiones.   



lunes, 23 de abril de 2018

El Buscón, las apariencias y la Corte


Foto: Autor/a desconocido/a
Publicado en Levante de Castellón el 20 de abril de 2018
Parece que este país no es capaz de quitarse de encima la maldición histórica de las apariencias. Quizá, lo de parecer lo que no somos y el aparentar ante los demás, sea una mal de la condición humana, no digo yo que no, pero en la vieja piel de toro lo llevamos a un extremo tan altamente considerado, que parece estar implantado en el ADN de nuestra sociedad, hasta tal punto, que el aparentar es un uso tan corriente, que lo vemos normal en nuestra manera de relacionarnos con los demás. Nuestro status social está marcado por la admiración que provocamos en los otros, ya sea porque tenemos el mejor coche, la casa más grande, el título que mostrar más sofisticado o una hazaña que contar. Somos así y creo que nadie lo va a remediar.
                Ya lo escribió Quevedo en 1626, en su novela “La vida de El Buscón”, cuando el pícaro don Pablos se encontró don Toribio Rodríguez Vallejo Gómez de Ampuero y Jordán (todos los apellidos son pocos para enaltecer la alcurnia de un hidalgo venido a menos) y este le explica todas las artimañas de la apariencia y el remedo, para vivir en la Corte madrileña, si no como un señor, sí con la dignidad que da el parecer lo que no se es; personajes aceptados por los demás, incluso a sabiendas de que no son lo que pretenden aparecer, no vaya a ser que… Me van a permitir que les trascriba algunas de las recomendaciones que recibe don Pablos de su nuevo amigo: «Estamos obligados a andar a caballo una vez cada mes, aunque sea en pollino, por las calles públicas; y obligados a ir en coche una vez en el año, aunque sea en la arquilla o trasera. Pero, si alguna vez vamos dentro del coche, es de considerar que siempre es en el estribo, con todo el pescuezo de fuera, haciendo cortesías porque nos vean todos, y hablando a los amigos y conocidos aunque miren a otra parte».
                Como verán aunque ha pasado el tiempo, los comportamientos siguen siendo los mismos. Parece que todavía tiene más pistón social aparentar lo que no se es o tener un título que mostrar, si es universitario mejor, aunque no te dé comer,  que pertenecer al vulgo, dicho esto en sentido genérico. Es lo mismo que en la sociedad barroca de la corte de los Austrias, donde no sólo se tenía que demostrar la limpieza de sangre, para tener un estatus digno ante los demás, había que mostrar, además, que no se tenía oficio manual, pues estos tenían una baja consideración en la sociedad estamental de la época. Por eso, los burgueses enriquecidos pagaban fortunas por comprar un título nobiliario que diera fuste a su familia, lejos del oficio que les había dado riqueza, e insistían con denuedo convertirse en rentistas. Sin ir más lejos, el mismísimo Velázquez, pugnara durante años para que la actividad de pintor no fuese considerada un trabajo manual, incluso para un pintor de la Corte, como él lo era, y poder entrar en la Orden de Santiago. Alonso Cano, clérigo y artista, declaró en su favor que «ni en todo el tiempo que le había conocido, ni antes, había oído decir que haya sido pintor por oficio».
                Pues en la corte de los Borbones del siglo XXI, seguimos igual, como si la historia fuese un tiovivo que da vueltas y vueltas, pasando siempre por el mismo sitio. ¿Qué les pasa a nuestros políticos, que no paran de inventarse una vida curricular que les dé brillo ante los demás? Quizá nada que no le suceda al resto de la sociedad, que como ya hemos dicho vive de la apariencia; en definitiva los políticos son el reflejo de la sociedad que les vota.
Parece, que para tener una mayor consideración en el mundo político y en el establishmen social, tienen que inventarse currículums universitarios, o que se los regalen, como estamos viendo últimamente. Las licenciaturas y masters proliferan como las setas en la vida académica de diputados, concejales y altos cargos de Partido. Masters de afamadas universidades hechos en Aravaca; masters falsificados por universidades amigas del poder; ingenieros que sólo tiene algo de formación; cursos formativos que por el arte del birlibirloque se convierten masters de primer orden; pedagogos que no han pisado una universidad en su vida…, en fin,  toda una panoplia de títulos que ahora están siendo podados de los currículums a la velocidad que van saltando escándalos. 
Porque de eso se trata: de esconder y minimizar la estupidez de una clase dirigente, que vive en una burbuja estamental cargada de privilegios, a la que sólo se accede mediante el engaño y la apariencia, igual que hacía el Buscón don Pablos, para hacerse un hueco en la Corte del siglo XVII.

viernes, 13 de abril de 2018

Cifuentes, la URJC y el ultraliberalismo

Publicado en Levante de Castellón el 13 de abril de 2018
                Ignoro si cuando lean este artículo Cristina Cifuentes habrá dimitido ya de su cargo de presidenta de la Comunidad de Madrid; si no lo ha hecho es que este país está más enfermo de lo que parece. Pero no quiero hablarles del master fantasma, ni de la no dimisión, ni de las mentirías no piadosas de la presidente madrileña, ni de la regeneración del país gracias a Ciudadanos. Me gustaría comentar los vínculos del Partido Popular, el ultraliberalismo español y la Universidad Rey Juan Carlos, en adelante URJC, porque las cosas no suceden sin que haya motivos que las impulsen. Con todos mis respetos hacia el alumnado de esa universidad y al profesorado que viene padeciendo, desde hace años, una situación ajena al normal desarrollo académico que debe tener una universidad independiente del poder político.
                La URJC fue fundada en al año 1996 por  Alberto Ruiz Gallardón, presidente por entonces de la C. de Madrid, con el único fin de contrarrestar el prestigio que ya tenía la Universidad Carlos III, como una de las mejores de España, puesta en marcha por iniciativa de Gregorio Peces- Barba en 1986, año que deja la presidencia de las Cortes, en el sur de Madrid. El PP necesitaba tener su propia universidad, por lo que se ha visto después, no como una institución académica pública de nivel, sino para sus tejemanejes partidarios y como instrumento de divulgación del ultraliberlismo que defiende.
                El vínculo con el Partido Popular es tan importante que entre éste y la URJC se establece una cadena de favores, -hoy por ti, mañana por mí-, que excede la honestidad política y académica de sus dirigentes. No sólo se convierte en una agencia de empleo para familiares y amigos de dirigentes del Partido Popular: una prima de Gallardón, una sobrina de Mayor Oreja, una cuñada de Granados y ¡Oh!, la hermana de Cristina Cifuentes. Además de engrosar la nómina de sus profesores con escuderos del PP, como Francisco Maruenda, a la sazón director de La Razón y antiguo jefe de gabinete de M. Rajoy en varios ministerios. Pero su espíritu benefactor filo PP no queda ahí. Por los cursos de verano de la Fundación URJC han pasado la flor y nata de los dirigentes populares, como Ignacio González,  Jesús Posada, Alfonso Alonso, etc., etc.
                Tanto apaño empleador tiene su correspondencia. El rector Pedro González-Trevijano (1996-2013), tras favorecer durante su mandato al entorno ideológico del PP, es nombrado por M. Rajoy magistrado del Tribunal Constitucional. Hay que pagar los favores. Lo mismo que ocurre con su sucesor, Fernando Suárez Bilbao (2013-2017), que tras ser descubierto por haber plagiado a varios profesores para hacer su tesis, se convierte en protegido del PP, inhibiéndose la Dirección General de Universidades, dependiente de ministro Íñigo Méndez de Vigo, de intervenir. Cristina Cifuentes, ya presidenta de la Comunidad madrileña, frena la investigación del caso. Claro, el rector había dirigido la tesis de su hermana Margarita Cifuentes y colocado a ésta a dedo como profesora visitante, saltándose todos los reglamentos,  la LOU y los propios estatutos de la Universidad.

                 En el año 2015, estando Fernando Suárez como rector, la universidad concede un curso de master sobre liderazgo y gestión pública al Instituto Atlántico de Gobierno (IADG), por un coste de 700.000 €. Hasta aquí todo bien, salvo por el desembolso de dinero público para favorecer a una entidad privada. Pero hay una sombra: el IADG fue fundado por José María Aznar y presentado en la propia universidad por el rector Suárez en el año 2014. Casualidades. Aunque la vinculación con el pensamiento ultraliberal no se circunscribe a estos favores. Van más allá, ligando el ideario de la URJC con el de la Monte Pelerin Society. ¿Pero quién es esta sociedad?
                El Monte Pelerín Society se funda en 1947 por intelectuales y economistas destacados miembros del pensamiento ultraliberal, como Milton Friedman, George Stingler, Karl Popper, etc. Tiene como principios ideológicos la defensa del mercado como único motor de la economía, el adelgazamiento del Estado al máximo, y como objetivo la liquidación del estado de bienestar, al que consideran una amenaza para el libre mercado. Es uno de los think thank de difusión del pensamiento ultraliberal más importante del mundo. Su vinculación con España es muy potente, no sólo con miembros del Partido Popular y Ciudadanos, sino con la Escuela Austriaca, grupo afín al Instituto Juan de Mariana, buque insignia del liberalismo radical español, con Juan Ramón Gallo a la cabeza, fundador y director del Instituto; la URJC, a través de Jesús Huerta de Soto, catedrático de economía política de esta universidad; y el CEU-San Pablo, de la Asociación Católica de Propagandistas, con Pedro Schwartz, catedrático de ecónoma del CEU, como máximo exponente. Además de José María Aznar, Esperanza Aguirre, Mario Vargas llosa, Federico Jiménez Losantos o Pedro González-Trevijano… en fin, una extensa nómina.
                La afinidad de la URJC con el liberalismo extremo es por tanto muy fuerte y el Partido Popular no es un actor más de esta unión. Así, a la presentación del Instituto Juan de Mariana en 2005, que se celebra en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la URJC, asiste, además del rector González-Trevijano, Esperanza Aguirre, por aquellas fechas presidenta de la Comunidad de Madrid. Y el en año 2008, para solaz del PP madrileño y nacional, el Juan de Mariana y la URJC firman un informe muy crítico contra la política de energías renovables del gobierno Zapatero, muy divulgado en EE.UU., algo que no es de extrañar, teniendo en cuenta, según Greenpeace, que los gastos del informe corrieron a cargo de la petrolera estadounidense Exxon Mobile. La colaboración perdura todavía hoy, por ejemplo, con la organización del master Economía de la Escuela Austriaca, organizado por el profesor Jesús Soto de Huerta en la URJC.
                Nada es al azar en los vínculos del Partido Popular con las instituciones que defienden en España el ultraliberalismo, URJC incluida. Ni entre los dirigentes populares ni entre quienes les otorgan masters sin control alguno. Todo tiene su sentido. Así Enrique Álvarez Conde, director del master fantasma de Cifuentes, fue Director General del Instituto Nacional de Administración Pública, nombrado por M. Rajoy, entre 1996 y 1999, antes de obtener la cátedra en la URJC. Pablo Chico de la Cámara, profesor del master de la susodicha presidenta madrileña, fue nombrado en 2017, con Cristina Cifuentes ya presidenta de la Comunidad, Presidente del Tribunal Económico Administrativo de Pozuelo de Alarcón, municipio emblema del PP madrileño, con los únicos votos de los populares.
                Como verán, hasta detrás un master universitario se pueden esconder intereses ideológicos y corruptelas habituales en la derecha española. Todo lo que tocan, lo contaminan.

miércoles, 11 de abril de 2018

Un país perdido


Alguien, no recuerdo quién, ha dicho hace unos días que si la violencia de género se ejerciera contra políticos, este país estaría en estado de guerra. Sin embargo, se hace contra mujeres, y parecer ser que éstas siguen estando un peldaño por debajo en la relevancia social. Debe ser por eso, que la justicia considera más grave el delito de quemar neumáticos y cortar carreteras que las casi 1.000 mujeres asesinadas desde 2009, eso sin contar la violencia que se ejerce sobre ellas que no acaba en los cementerios. Cuando un país califica de terrorismo y rebelión lo que no es más que una protesta, más o menos afortunada, y que los maltratadores sigan campando a sus anchas, algo mal, muy mal. Cuando los principales partidos: PP, PSOE y CIUDADANOS, son capaces, con toda la celeridad del mundo, de firmar un pacto antiterrorista en 2015, que acaba con una modificación del Código Penal, que le convierte en un coladero por el que cabe como terrorismo todo lo que moleste al poder de la clase dirigente: «Subvertir el orden constitucional, o suprimir o desestabilizar gravemente el funcionamiento de las instituciones políticas o de las estructuras económicas o sociales del Estado, u obligar a los poderes públicos a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo» (Art. 573 1-1ª del Código Penal) y se olvidan de aumentar la calificación penal de los maltratadores de género, como si esto fuese una cosa de menor enjundia, estamos perdidos moral y políticamente como país.

domingo, 8 de abril de 2018

Nacional y católica


Publicado en Levante edición Castellón el 6 de abril de 2018
España necesita una urgente regeneración. Romper las cadenas que todavía la atan al franquismo y construir un país nuevo, con sus paranoias, pero nuevo. No es una licencia literaria decir que en España los herederos del franquismo siguen ocupando todos los resortes del poder, que la ni Transición ni el felipismo ni todo lo que ha venido después, ha conseguido hacer de este país una democracia auténtica, en donde muchos de los acontecimientos que están acaeciendo últimamente, no deberían producirse. Sobre todo desde que Mariano Rajoy es inquilino de La Moncloa, que ha hecho que los tics franquistas broten a borbotones por toda la sociedad. Si no como podríamos explicar, por poner un ejemplo la apoteosis de Semana Santa que ha vivido este país hace unos días.
                Cómo calificar el feliz y renovado matrimonio entre el Ejército y la Iglesia, con banderas a media asta por la muerte de Cristo en cuarteles e instalaciones militares, incluido el ministerio de Defensa de la ínclita M.D. Cospedal.  Por cierto, ¿nadie va a demandar a la ministra ante el Tribunal Constitucional por vulnerar el artículo 16.3 de la Constitución, que proclama la confesionalidad del Estado Español? «Ninguna confesión tendrá carácter estatal», dice el mencionado artículo. Sin embargo, la bandera a media asta, la abundancia de  ministros en las procesiones, la escolta de militares y guardia civiles uniformados a pasos, el himno de España solemnizando los desfiles de nazarenos e imágenes religiosas, los indultos del gobierno a reclusos como indulgencia hacia la benevolencia de la Iglesia, la televisión pública retransmitiendo en directo procesiones y un largo etcétera, que nos han hecho recordar esta Semana Santa aquellos años de dictadura en los que el país se paralizaba. Sólo ha faltado el corte de la programación de las emisoras de radio, para emitir música sacra y el cierra de discotecas y demás antros de mal vivir para manolas, obispos y gente de buena familia. Claro que éste último asunto chocaría de pleno con la caja registradora en la que se ha convertido la Semana Santa, gracias al turismo.
                No molestan a nadie, dicen muchos. Ciertamente, no molestan más que cualquier festividad patronal de las muchas que hay en España, y los católicos tiene todo el derecho a celebrar sus festividades, igual que se hacen Fallas, San Fermines, San Isidros, Magdalenas y La Mercè. Lo que no es pertinente, en un país aconfesional, es que el Estado esté presente y participe en estos actos, de la manera que está en las festividades católicas. Porque el Estado, sino está claramente separado de la religión, convierte al país en reo del catolicismo y su moral, y le hace retroceder a los años de la dictadura, con el olor a naftalina e incienso de aquellos tiempos, que convertidos en Cruzada, tanto daño hicieron a los españoles.
                Esa relación entre los poderes públicos y la Iglesia Católica es, junto con la corrupción, lo que más nos une al pasado, que, apuntados a lo políticamente correcto, muchos dicen ya superado, pero que sigue siendo una realidad palpable en determinados comportamientos de la sociedad española y la clase política conservadora, a derecha e izquierda. Y lo podemos ver en la cantidad de privilegios, que tiene la Iglesia: exenciones fiscales; expolio del patrimonio cultural por inmatriculaciones, avaladas por el gobierno; casilla específica de la renta para la Iglesia; clase de religión en la escuela, que no es otra que adoctrinamiento católico al alumnado; control de la mayoría de la escuela concertada, etc. Y lo que es más importante: el peso ideológico que tienen los obispos y su Conferencia Episcopal entre los diferentes poderes del Estado: gobierno, judicatura, ejercito… nada ajeno a su poder durante el franquismo, consiguiendo que se gobierne sin ofender a los obispos, cuando se trata de cuestiones morales y sin daño a sus intereses, cuando se trata de cuestiones materiales.
                Solamente cuando el Estado rompa definitivamente con los vínculos ideológicos, morales y materiales que le une  a la Iglesia, España empezará a convertirse en un país democrático, sin tutelas divinas. Entonces, quizá, ya estemos soltando amarras de ese franquismo que nos ata al pasado, porque en las elecciones se haya enviado a sus representantes políticos al rincón de la historia y España podrá afrontar el siglo XXI liberada de Franco y sus herederos.

martes, 3 de abril de 2018

Algo funciona mejor en la Comunidad Valenciana


A pesar de la machacante insistencia por parte del Partido Popular de que las cosas sólo se pueden hacer de una manera, porque si no España se convierte en un país ingobernable. A pesar de la prensa del régimen tratando de silenciar y/o desvirtuar lo que se está haciendo en ayuntamientos y Comunidades Autónomas no gobernadas por los populares, hay esperanza. Lo podemos ver estos días en la Comunidad Valenciana que va saliendo del agujero mal oliente en el que la hundieron los gobiernos del PP durante las décadas que la gobernó. Infrafinanciada, con un lastre de casi 5.500 MM de euros que ha dejado la corrupción de los gobiernos conservadores anteriores y un desprestigio en el resto del país que nos avergonzaba a sus habitantes, las cosas se están haciendo de otra manera y a mejor.
 Ya no aparece la CV como el territorio donde los corruptos campaban a sus anchas, para mayor gloria del partido que la dirigía y eso ha hecho que la confianza externa mejore y las inversiones vuelvan a aflorar. No hay dinero, por las razones antes expuestas, pero se gestiona mejor, por lo que los que vivimos aquí tenemos la sensación de que alcanza para muchas necesidades antes calificadas de imposible, o simplemente olvidadas. Pero la guinda está siendo la reversión del modelo privatizador de la sanidad, que el Partido popular vendió como la única solución a los problemas de una sanidad pública que ellos se encargaron de arruinar, y que tantos millones nos ha costado a los valencianos, con la recuperación del Hospital de Alzira a la red de hospitales públicos de la Comunidad. Una grata noticia, que nos hace ver que las cosas se pueden hacer de otra forma, menos lesiva para las arcas comunitarias y más fiables para los usuarios.

La vivienda, un derecho olvidado

  Ruido. Demasiado ruido en la política española, que sólo sirve para salvar el culo de algunos dirigentes políticos, que prometieron la lun...