lunes, 11 de diciembre de 2017

La Constitución no tiene quien la quiera

                                                                                                                Autor de la Imagen: Quino
Publicado en Levante de Castellón el  8 de diciembre de 2017
Un año más se conmemora la Constitución, ya el 39 aniversario, con desinterés de los ciudadanos y celebraciones de bajo nivel en la clase política. Algo se debió hacer mal cuando se aprobó, para que durante estos casi cuarenta años los políticos hayan pasado de puntillas en su cumpleaños, como querido alejar a la ciudadanía de ella. No hay celebraciones populares ni grandes fastos ni desfiles cívicos en los pueblos ni nada de nada. Por no haber ni desfile militar, que sería lo propio, como muestra de respeto del ejército a la Carta Magna, y no el que se hace actualmente, que se asemeja más a un acto castrense de nostalgias postfranquistas, por la fecha elegida: 12 de octubre “Día de la Hispanidad.
                Parece que  la Constitución no es tan importante como el recuerdo casposo de un imperio que colapsó hace cuatrocientos años. Muy al modo de esa España soñada por  Franco de grandes gestas históricas, para guardar las vergüenzas de su dictadura. Igual que se utiliza hoy el nacionalismo emergente para esconder el mal gobierno al que estamos sometidos por parte del Estado y de algunas Comunidades Autónomas.
                Sin embargo, la Constitución, que no tiene una celebración popular ni política a la altura de un país orgulloso de sí mismo, como puede ocurrir en Francia, está en boca de todos. Es ese trapo de usar y tirar cuando a los dirigentes  les interesa sacarla a pasear, invocándola como un espantajo contra los adversarios políticos, eso cuando no se usa como látigo justiciero contra los enemigos del orden biempensante nacional.
                En nombre de la Constitución se encarcela, se frenan iniciativas de progreso, se aplican medidas represivas y se deja que el país quede en un limbo que le impide avanzar por la rémora del pasado. Que nada cambie, para que todo siga igual; ni siquiera tienen la sutileza de Tancredi Falconeri en la novela “El Gatopardo”. Llegados a ese punto deberíamos preguntar a quién le interesa que todo siga igual. Los mismos que hacen oídos sordos a muchos mandatos de la Constitución, cuando estos tienen que ver con beneficiar a la ciudadanía. Voy a poner sólo un ejemplo, para que ustedes calibren hasta qué punto los que dicen defender la Constitución, sólo lo hacen cuando les beneficia. Artículo 35: “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo”. Digan ustedes si algo de esto se está cumpliendo. Sin embargo, quienes son responsables de ello no son acusados por no respetar la Constitución ni llevados al juez por la fiscalía como desleales a ella. 
                El año que viene se celebrará el 40 aniversario de la Carta Magna y dicen que se preparan grandes fastos. Pero los denominados “constitucinalistas” ya están tratando de apuntarse solo ellos el tanto. Su imposibilidad para el consenso constitucional no es capaz de incluir entre los organizadores a aquellos que piden cambiarla, como ha sucedido con la creación del Consejo Asesor que va a preparar esos fastos, al solo admitir los asesores propuestos por ellos. Como Juan Palomo, yo me lo guiso yo me lo como. Luego se extrañaran que una parte importante de la sociedad cada vez esté más alejada de la Constitución, porque ésta ya no les representa al ser incapaz de solucionar los problemas viejos que no contemplaron cuando se aprobó en 1978 y están surgiendo ahora, y los problemas nuevos de una sociedad que en nada tiene que ver con aquella de la Transición, si tenemos en cuenta que más del 60% de los españoles nacieron después de 1978.  

                La única celebración que a los españoles nos interesa es que se pongan a modificar el texto constitucional en todo aquello que se hizo mal e introduzcan nuevas normas acorde a la sociedad de hoy. Ese sería el verdadero fasto conmemorativo, si se llegaran a aprobar dentro de un año los cambios necesarios. Pero mucho hay que temerse que la clase dirigente actual sólo está por el barniz y los globos de colores. No es de extrañar, a ellos les va bien.

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