martes, 4 de julio de 2017

La gran desmemoria

                                           Imagen: Autor desconocido

Publicado en Levante de Castellón el 30 de junio de 2017
Le tomo prestado a Pilar Urbano el título de su libro “La gran desmemoria” (Planeta 2017), no para escribir sobre las cañerías de la Transición, desde los personajes de Adolfo Suárez y Juan Carlos I, que ella ya reconstruye de manera magistral, sino para sacar a la luz el gran problema de amnesia que tienen algunos dirigentes políticos españoles, sobre todo aquellos que están afectados, por activa y por pasiva, en casos de corrupción. Una plaga de alzhéimer que se manifiesta en cuanto los susodichos se sientan en el banquillo de los varios juzgados que están tratando de resolver ese rompecabezas en que se está convirtiendo la corrupción. Se lo han llevado crudo, pero nadie se acuerda de nada.
                Hemos pasado de la imagen de esposa boba, que nunca ha sabido por qué vivía como una maharaní –eso era cosa de su marido-, a la del político abnegado en su amor por España, que nunca ha recibo sobres ni maletines ni fajos de billetes escondidos en botellas de Moët & Chandon, y si así ha sido no lo recuerda, enfermo de una desmemoria que esconde una sonrisa sardónica que dice mucho de la consideración que nos tienen al resto de los mortales.
                 La última viene por el desfile de altos argos del PP por la Audiencia Nacional en la época gloriosa de Aznar, como testigos ciegos y sordos de los años en que la corrupción era una manera más de gobernar las instituciones. Qué la cúpula dirigente de un Partido esté pasando por el tribunal, aunque sea como testigos, dice mucho de que calaña de personajes han estado dirigiendo el país en sus diferentes niveles territoriales, pero que se hagan el orejas, apareciendo como lerdos que no se enteraban de nada de lo que ocurría a su alrededor, nos hace pensar que hemos estado gobernados por unos getas abonados al sobre que nadie sabe por dónde llegaba, o que el grado de imbecilidad era supino entre determinados dirigentes políticos.
                A PAC  nunca le llamaron en relación con adjudicaciones; a lo mejor el que llamaba era él. A JA, no le cabe en la cabeza que el PP tenga dinero en Suiza; no sabemos si le cabrá en el bolsillo los supuestos sobres que supuestamente recibió. AC nunca recibió sobresueldos de los papeles de Bárcenas; si hubiera sido así los habría declarado. A RR las anotaciones de los “Papeles de Bárcenas” no son cantidades que él haya recibido; claro, ya las recibía por otros lados. A JMO no le consta que le hayan pagado 93.000 € bajo cuerda. Y de Oca a Oca y tiro porque me toca.

                Nadie sabe nada. Nadie es consciente. Que en los Papeles de Bárcenas aparecen siglas que corresponden con nombres de importantes dirigentes del Partido Popular, debe de ser una casualidad o que el portero, el chofer, o el de la tienda de embutidos tienen nombres parecidos; que les pregunten a ellos. No deben andar desencaminados después de enterarnos que el millón de euros aparecido en el maletero del armario de los suegros de Granados eran del repartidor de IKEA. Así es la vida, llena de extrañas coincidencias y de grandes desmemorias que le hacen a uno olvidarse hasta de su nombre.

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