viernes, 13 de enero de 2017

Los ricos no son Hacienda

                                                                                                Foto: Autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón el 13 de enero de 2017
El debate que no cesa en el capitalismo neoliberal desde que los grandes grupos de poder mundial dieron por amortizado el estado de bienestar -una vez que desintegrada la Unión Soviética el comunismo dejó de ser una amenaza para el mundo occidental-, es el de los impuestos. Apelar a estos como uno de los elementos causantes de la desigualdad creciente en estos años de crisis, puede parecer recurrente y algo manido, pero es la realidad  de la desigualdad, junto a los salarios a la baja y la precariedad del mundo laboral.
                Sin embargo, es en los impuestos, mejor dicho, en la resistencia a pagarlos por las élites económicas, donde reside uno de los principios básicos de destrucción del estado de bienestar, y por tanto de no distribución de la riqueza.
                Los ricos y los gobiernos que mantienen, no están por la labor de pagar impuestos. ¿Para qué?, si ellos no necesitan recurrir al Estado para tener los servicios básicos cubiertos. ¿Qué necesidad tiene un rico ir al médico de la sanidad pública, a juntarse con la chusma, si puede pagar una atención privada? Lo mismo vale para la educación, la jubilación etc. No vamos a hablar de los servicios sociales para paliar la pobreza que ellos generan con sus políticas, esto les suena a Cáritas, y para eso ya hacen contribuciones a la Iglesia, que además les sirven para descargar su mala conciencia, si es que llegan a tenerla.
                No necesitan, entonces, pagar impuestos, para que otros, menos emprendedores y echados para adelante que ellos, disfruten de una buena vida, a costa de su esfuerzo y trabajo. Qué se paguen ellos sus necesidades, piensan. Por eso, la mayoría de las leyes fiscales de las últimas décadas van dirigidas a freír de impuestos a la clase media y trabajadora y a reducir, cuando no eliminar, casi, las tributaciones de los ricos y grandes corporaciones empresariales. Aunque, como buenos depredadores de lo ajeno, no le hacen ascos a meter mano en la caja de Hacienda si estos les beneficia. Pongamos un ejemplo: el bombardeo de que la sanidad pública supone un coste excesivo para el Estado, es incesante, con el único fin de privatizar servicios y hacer negocio a costa de nuestros impuestos. Incluso nos echan encara que pretendamos que sea gratis, como si no pagáramos para sostenerla; claro que como ellos no lo hacen, se piensan que los demás tampoco. Este ataque frontal al sistema sanitario público, no sólo ha llevado a la introducción de copagos, céntimos sanitarios, que, por cierto, no pagan las petroleras, etc., sino a la reducción presupuestaria que el Estado aporta a la sanidad (ingresos que vienen principalmente de nuestros impuestos), con la tijera de los recortes, que ha llevado a los gobiernos a reducir 9.500 empleos y 6.000 camas en la sanidad pública desde 2010. No nos ha de extrañar, entonces, que la calidad del servicio se haya visto disminuida por la falta de profesionales, y que las listas de espera (ya nadie habla de ellas) hayan aumentado en este periodo de tiempo en un 47,5%.
                Es decir, que como el Estado no dedica dinero suficiente a la sanidad pública, muchas personas ven agravadas sus enfermedades,  cuando no son expulsadas directa o indirectamente del sistema. Mientras, lo que se está haciendo es transferir dinero público a empresas privadas. Entre convenios, conciertos, subvenciones, deducciones fiscales, etc., aproximadamente unos 7.600 millones de euros al año, en cifras del año 2013. Lo que nos hace pensar que la degradación de la sanidad pública es un acto deliberadamente consciente, para beneficiar la sanidad privada, que ya no es un derecho y a la que no todo el mundo tiene  la posibilidad de acceder.

                Los ricos no quieren pagar impuestos, de hecho pagan muy poco, poquísimo, porque mientras usted pertenece al grupo de Hacienda somos todos, ellos se sienten ajenos al “todos”. Lo hacen los millonarios con sus SICAV e ingenierías fiscales; la hace Alcampo, que durante veinte años está exonerado de pagar impuesto de sociedades; lo hace  El Corte Inglés, a quien le sale a devolver el impuesto en los últimos años; lo hacen los bancos, las corporaciones internacionales, etc., que en conjunto no llegan a pagar el 6% de impuestos. Lo hace la Iglesia, que no paga nada. Esto es lo que está laminado el estado de bienestar, haciendo que la desigualdad crezca. Porque quien hace la Ley hace la trampa y los españoles, junto al resto de los occidentales, nos hemos empeñado en dar la llave del BOE a los tramposos, para que hagan leyes a su medida. Y no me estoy refiriendo a ningún Partido Político en concreto, porque en definitiva, todos han fracasado en construir un mundo donde el capitalismo no se una máquina de fabricar desigualdad y brecha económica y social.  

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