domingo, 29 de enero de 2017

La libertad de expresión amordazada

                                                                                             Imagen: Autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón el 27 de enero de 2017
Este año, concretamente el 15 de junio, conmemoraremos el 40ª aniversario de las primeras elecciones democráticas, después de la muerte de Franco y sus cuarenta años de dictadura fascista, apostólica y romana. Es un motivo de celebración, a pesar de que hoy se está haciendo una revisión crítica de la Transición,  necesaria para la buena salud democrática del país. Aquellos años fueron de una intensa actividad política, de la que la sociedad no estuvo ausente, exigiendo más y mejor democracia. El resultado fue un país más tolerante, con unas enormes ganas de libertad y un mayor reparto de la riqueza, gracias a que el estado de bienestar empezó a desarrollarse, acercándonos a los países de nuestro entorno europeo.
                Una de las luchas más intensas que se llevaron durante toda la Transición fue la de la exigencia de libertad de expresión. No era una lucha baladí, teniendo en cuenta que veníamos de una dictadura donde que la prensa
estaba sometida, permanentemente, a la censura del Régimen, y sólo podían hablar con cierta alegría los aduladores de Franco, ya fueran curas, falangistas, pelotas o lameculos.
                Por eso fue de vital importancia, para que la democracia alcanzara las cotas normales en otros países, que no censuraran a nadie por sus opiniones y mucho menos lo encarcelaran, como sí era habitual durante la dictadura. Nadie, salvo los más retorcidos personajes del fascismo patrio, se planteaba poner límites a esa libertad, porque cuando se empiezan a trazar fronteras legales a la libertad de expresión, se cercena la democracia y nuestra libertad individual. Para los excesos estaban los tribunales, que dictaban sentencias sobre hechos concretos y nunca normas coercitivas de ese derecho.
                Sin embargo, en los últimos años, estamos asistiendo a una involución impuesta por la derecha más refractaria a la libertad de opinión pública o individual, que nos está retrotrayendo a unos tiempos pasados, que creíamos ya lejanos. El ascenso al poder por parte de sectores de neofascismo en el gobierno de los últimos años, muy personalizado en nacional/católicos como Fernández Díaz, exministro del Interior, nos ha conducido, con el beneplácito del gobierno, a leyes qué sólo tienen como fin coartar la libertad de expresión, amordazando a cualquier grupo o persona que representa una amenaza para las gentes de orden y, sobre todo, para sus economías, de ahí el nombre popular de Ley Mordaza que le ha dado al sabiduría ancestral de la sociedad española.
                Es inconcebible que en Estados Unidos, se pueda cagar uno (con perdón) en la bandera, o soltar por la boca culebras contra su presidente u otros altos cargos públicos, sin que nadie tema por ser enjuiciado,  y en España, por hacer varios chistes sobre Carrero Blanco, que en paz descase después de subir a los cielos, y publicarlos en twitter, la fiscalía pida para su autora dos años y medio de cárcel. ¿Qué está pasando, cuando se intenta encarcelar a sindicalistas, activistas sociales o personas que expresan sus opiniones en las redes sociales, por el simple hecho de protestar contra las instituciones y sus dirigentes? Algo no muy deseable.
                Estamos ante un atentado en toda regla contra la libertad de expresión sin precedentes en las últimas décadas. La manifestación de opiniones y actos públicos que hace unos años eran considerados como normales y saludables democráticamente, ahora se han convertido en delito, por la gracia de unas leyes hechas a la medida de una derecha (no toda afortunadamente)  que añora demasiado el franquismo. Y eso nos debería preocupar y hacernos exigir que Las Cortes y el gobierno deroguen de una vez por todas la Ley Mordaza. No es de recibo que cantantes como César Strawberry, del grupo Def con Dos, hayan sido condenados por el Supremo a un año de cárcel, por hacer comentarios sobre víctimas del terrorismo etarra, por muy desafortunadas y groseras que sean; aunque si hubiera sido sobre víctimas del 11-M, quizá hoy no estaría condenado.

                La libertad de expresión es un derecho y respetarlo no significa defender o participar de opiniones que no nos gustan, esa es la grandeza de la democracia que hoy, en España, está siendo secuestrada, por aquellos que sólo tienen interés en que nos pleguemos a sus dictados, es decir, acercarnos cada vez más a una dictadura pintada de rosa.

viernes, 20 de enero de 2017

Donald Trump y el fascismo

                                                                                                  Foto: Autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón el 20 de enero de 2017
El fascismo sigue su marcha imparable hacia la victoria final. Suavizado con un barniz de falsa amabilidad, sólo tiene un objetivo: acabar con la democracia en occidente y volver a convertir la sociedad en un lugar de intolerancia, xenofobia y represión, donde sólo tengan cabida sus seguidores, los ricos que hacen negocios con la única cortapisa de pagar el óbolo correspondiente al poder fascista y aquellos temerosos de la ira de sus dirigentes y sobre todo de una policía creada y mantenida para guardar un orden represivo, necesario para que todo el mundo acate sin rechistar sus leyes. Es el silencio que nos convierte en súbditos de un poder excesivo y brutal con sus enemigos.
                No les voy a contar nada nuevo que ustedes no sepan, sobre todo si tienen edad de haber vivido bajo la dictadura franquista, y porque, desgraciadamente, el siglo XX ha estado plagado de ejemplos de regímenes fascistas y autoritarios, que parece estemos olvidando abducidos por una sociedad que sólo nos permite ver un horizonte de individualismo donde el consum es la máxima expresión de felicidad en nuestras vidas.
                Durante toda la primera mitad del siglo XX se vivió en Europa una lucha fratricida y sangrienta entre el fascismo y la democracia. El triunfo de esta nos hizo creer durante décadas que nunca más se iba a producir un episodio tan nefasto para el continente como el sufrido. Se construyó, entonces, una democracia asentada en un capitalismo social, que tenía como principio las libertades, la tolerancia, la igualdad y el reparto de la riqueza, mediante el desarrollo del estado de bienestar. Sin embargo, parece que al capitalismo liberal esto no le satisface, porque limita sus desmedidas ansias de acumular riqueza en pocas manos. Dicho esto no como una invención o un artificio literario, sino como una realidad que estamos viendo día a día. El nuevo/viejo capitalismo se encuentra mucho más a gusto con el fascismo, que con la democracia. Esto es una evidencia constatable.
                En cuanto hemos bajado la guardia, los movimientos fascistas empiezan a resurgir con tanta fuerza en Europa, algo impensable hace veinte años, que ya sólo se está esperando a ver cuándo se alzan con el poder, igual que lo acaban de hacer en Estados Unidos. Sí, porque, a pesar de que algunos intelectuales miren para otro lado y otros intenten convencernos de que Donald Trump no es un fascista, sólo hay que observar cómo actúa y escuchar lo que dice, para darnos cuenta de que lo es y de libro. Si no ¿dónde situamos su xenofobia, sus ataques a la libertad de prensa, su gestualidad y verborrea bélica? Quizá ya no nos acordamos de cómo eran los grandes fascistas europeos que sembraron de sangre, sudor y lágrimas el continente. Qué curioso que el gobierno formado por Trump sea de millonarios y militares, sólo le falta la Iglesia, todos y todas afines a la extrema derecha. ¿Y qué es la extrema derecha, sino el término dulcificado de fascismo? ¿Para quién creen ustedes que van a gobernar?
                Este crecimiento del autoritarismo, que ya está instalado en el poder en algunos países europeos, no está siendo frenado por la democracia. Más bien al contrario, los dirigentes demócrata europeos están asumiendo sus postulados, con la vana intención de frenarlos electoralmente. Craso error, porque lo único que están consiguiendo es dar alas a la xenofobia, la intolerancia y la falta de libertad. ¿Cómo es posible que se estén tolerando Partidos que niegan el sufragio universal, como el Jobbik de Hungria? ¿Cómo se puede consentir que Marie Le Pen diga que no daría trabajo a un español si lo puede cubrir un francés? Por poner algunos ejemplos que ensalzan lo más feo de la raza humana como es el racismo, la exclusión, la negación de la libertad, la intolerancia o el enfrentamiento entre pueblos.
                Los demócratas no podemos estar parados, esperando que al igual que Hitler y su Partido Nazi,  los partidos fascistas alcancen el poder mediante las urnas, porque son una amenaza para las propias urnas y la democracia. Hay que establecer claramente cuáles son los límites entre los que se tienen que mover los partidos en una democracia, y aquellos que no los respeten, prohibirlos, sacarlos del sistema electoral. Si el fascismo quiere alcanzar el poder que nos sea con nuestros votos. Hay que hacer mucha pedagogía social y educativa para aislar socialmente a estos movimientos  y no asumir sus ideas, como ahora está sucediendo. La democracia tiene que aprender a defenderse de sus enemigos y estos, sin ninguna duda, lo son. 

                No podemos consentir en España una Ley como la denominada Ley Mordaza, que sólo tiene como objetivo limitar las libertades, para que el poder no se sienta presionado, ni incómodo. Eso es fascismo, lo miremos por donde lo miremos. Luego, que no nos extrañe que un personaje como Donald Trump haya llegado a la presidencia de los Estados Unidos, o que quizá, otro similar pueda alcanzarla en España.

viernes, 13 de enero de 2017

Los ricos no son Hacienda

                                                                                                Foto: Autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón el 13 de enero de 2017
El debate que no cesa en el capitalismo neoliberal desde que los grandes grupos de poder mundial dieron por amortizado el estado de bienestar -una vez que desintegrada la Unión Soviética el comunismo dejó de ser una amenaza para el mundo occidental-, es el de los impuestos. Apelar a estos como uno de los elementos causantes de la desigualdad creciente en estos años de crisis, puede parecer recurrente y algo manido, pero es la realidad  de la desigualdad, junto a los salarios a la baja y la precariedad del mundo laboral.
                Sin embargo, es en los impuestos, mejor dicho, en la resistencia a pagarlos por las élites económicas, donde reside uno de los principios básicos de destrucción del estado de bienestar, y por tanto de no distribución de la riqueza.
                Los ricos y los gobiernos que mantienen, no están por la labor de pagar impuestos. ¿Para qué?, si ellos no necesitan recurrir al Estado para tener los servicios básicos cubiertos. ¿Qué necesidad tiene un rico ir al médico de la sanidad pública, a juntarse con la chusma, si puede pagar una atención privada? Lo mismo vale para la educación, la jubilación etc. No vamos a hablar de los servicios sociales para paliar la pobreza que ellos generan con sus políticas, esto les suena a Cáritas, y para eso ya hacen contribuciones a la Iglesia, que además les sirven para descargar su mala conciencia, si es que llegan a tenerla.
                No necesitan, entonces, pagar impuestos, para que otros, menos emprendedores y echados para adelante que ellos, disfruten de una buena vida, a costa de su esfuerzo y trabajo. Qué se paguen ellos sus necesidades, piensan. Por eso, la mayoría de las leyes fiscales de las últimas décadas van dirigidas a freír de impuestos a la clase media y trabajadora y a reducir, cuando no eliminar, casi, las tributaciones de los ricos y grandes corporaciones empresariales. Aunque, como buenos depredadores de lo ajeno, no le hacen ascos a meter mano en la caja de Hacienda si estos les beneficia. Pongamos un ejemplo: el bombardeo de que la sanidad pública supone un coste excesivo para el Estado, es incesante, con el único fin de privatizar servicios y hacer negocio a costa de nuestros impuestos. Incluso nos echan encara que pretendamos que sea gratis, como si no pagáramos para sostenerla; claro que como ellos no lo hacen, se piensan que los demás tampoco. Este ataque frontal al sistema sanitario público, no sólo ha llevado a la introducción de copagos, céntimos sanitarios, que, por cierto, no pagan las petroleras, etc., sino a la reducción presupuestaria que el Estado aporta a la sanidad (ingresos que vienen principalmente de nuestros impuestos), con la tijera de los recortes, que ha llevado a los gobiernos a reducir 9.500 empleos y 6.000 camas en la sanidad pública desde 2010. No nos ha de extrañar, entonces, que la calidad del servicio se haya visto disminuida por la falta de profesionales, y que las listas de espera (ya nadie habla de ellas) hayan aumentado en este periodo de tiempo en un 47,5%.
                Es decir, que como el Estado no dedica dinero suficiente a la sanidad pública, muchas personas ven agravadas sus enfermedades,  cuando no son expulsadas directa o indirectamente del sistema. Mientras, lo que se está haciendo es transferir dinero público a empresas privadas. Entre convenios, conciertos, subvenciones, deducciones fiscales, etc., aproximadamente unos 7.600 millones de euros al año, en cifras del año 2013. Lo que nos hace pensar que la degradación de la sanidad pública es un acto deliberadamente consciente, para beneficiar la sanidad privada, que ya no es un derecho y a la que no todo el mundo tiene  la posibilidad de acceder.

                Los ricos no quieren pagar impuestos, de hecho pagan muy poco, poquísimo, porque mientras usted pertenece al grupo de Hacienda somos todos, ellos se sienten ajenos al “todos”. Lo hacen los millonarios con sus SICAV e ingenierías fiscales; la hace Alcampo, que durante veinte años está exonerado de pagar impuesto de sociedades; lo hace  El Corte Inglés, a quien le sale a devolver el impuesto en los últimos años; lo hacen los bancos, las corporaciones internacionales, etc., que en conjunto no llegan a pagar el 6% de impuestos. Lo hace la Iglesia, que no paga nada. Esto es lo que está laminado el estado de bienestar, haciendo que la desigualdad crezca. Porque quien hace la Ley hace la trampa y los españoles, junto al resto de los occidentales, nos hemos empeñado en dar la llave del BOE a los tramposos, para que hagan leyes a su medida. Y no me estoy refiriendo a ningún Partido Político en concreto, porque en definitiva, todos han fracasado en construir un mundo donde el capitalismo no se una máquina de fabricar desigualdad y brecha económica y social.  

viernes, 6 de enero de 2017

Rajoy, el hombre del año

                                                                                              Foto: Autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón el 30 de diciembre de 2016
Si algo nos ha enseñado 2016, es que se puede vivir sin gobierno. Cierto, después de más de 300 días sin Consejo de Ministros hemos sobrevivido a las amenazas catastróficas de los voceros de la derecha/escopeta nacional, que nos auguraban males de dimensiones bíblicas sin no se formaba gobierno rápidamente después del 20-D, claro el gobierno que a ellos les gustaba o les venía bien, porque cuando vieron que esa era una tarea imposible, con su candidato que parecía tener la tiña y nadie quería arrimarse a él, la urgencia se convirtió en laissez faire, laissez passer, al mejor estilo mariajonista: si no se puede formar el gobierno que nosotros queremos, dejemos que el tiempo, nuestra capacidad de torpedear cualquier otro intento y la estupidez de los demás posibles candidatos, hagan su trabajo. Y es que, si algo hay que reconocerle a Mariano Rajoy, es su paciencia, forjada en innumerables horas de barra en la discoteca Daniel de Pontevedra: “He hecho mucha barra”, le confesaba al periodista Manuel Jabois. Esta manera de ver pasar la vida en la juventud, esperando a que algo caiga, qué duda cabe le marca a una en la madurez, sobre todo, si al final la fruta, ya madurada, cae por sí misma. El propio Rajoy obtuvo su recompensa de noches de cubatas y codos rotos, y un día, en el pub Universo de Pontevedra, dejó de ser espectador paciente y conoció a su mujer. Fue un flechazo a primera vista, según contó su hermano Luis, el notario, a la prensa.
Paciencia y sabiduría forjada en miles de horas de despacho ministerial, para manejar los tiempos políticos de los demás. Algo me dice que Rajoy sabía que sólo tenía que esperar a que la oposición estuviese una temporada haciendo el imbécil con sus no intentos de formar gobierno, para presentarse como el único candidato serio y capaz para ser presidente, entonces, la necesidad de un gobierno volvería a estar en boca de todos los medios afines a él, e incluso los no afines. Ahora sí que volvía a resultar pernicioso para España la ausencia de gobierno.
También cabe otra posibilidad que engrandecería mucho más su figura como estadista, y es que hubiera convencido a los sectores más acomodados al poder del PSOE para que le apoyaran, es decir a la actual gestora, amanuense política de Susana Díaz, con el espantajo de los nuevos Partidos emergentes, que podían acabar con el idilio del bipartidismo, forjado durante décadas de repartirse el poder. Una operación digna de un maestro, porque él en ella siempre gana. Por un lado desactivando a Albert Rivera y sus ínfulas de ser la reencarnación de Adolfo Suárez, que no paraba de revolotear e incordiarle como mosca en la siesta; por otro colocando al PSOE al pie de los caballos de sus propias contradicciones, al forzarle a un apoyo pasivo –léase abstención- que ha acabado rompiendo el Partido y, de paso, ensuciando la imagen de la que nunca se postula a ser candidata de los socialistas: Susana Díaz, como persona de poco fiar por los electores. Y por último, ha conseguido, sin mover un dedo, que los que quieren salvar al mundo de sus contradicciones, con Pablo Iglesias a la cabeza, se hayan visto envueltos en las suyas propias, lo que les anula para cualquier oposición parlamentaria, mientras deciden si son tirios o troyanos. Además de esto, en su sabiduría telúrica, como buen gallego, se va a llevar el gato al agua del apoyo del PNV, porque él sabe que cuando hay que abrir la mano para que todos coman de ella, se hace sin cicatería.

Por eso, Rajoy es sin duda el hombre del año, dentro y fuera de nuestras fronteras. Sólo le queda por ajustar a su interés el aburrido “procés” soberanista catalán, que todavía no ha conseguido del todo adormecer en su infinita paciencia. Pero todo, con el tiempo y mucho codo apoyado en la barra, llega.                  

La peligrosa huída hacia adelante de Israel y EEUU

  Netanyahu, EEUU y algún que otro país occidental demasiado implicado en su apoyo a Israel, haga lo que haga, sólo tienen una salida al con...