Foto: Autor desconocido
Leo en diferentes medios de comunicación las
razones que la derecha nueva y vieja da para no acometer la reforma
Constitucional. Parece que se han abonado a la falta de consenso, como
argumento más sólido, para dejar las cosas como están, es decir, que los problemas
que se quedaron sin cerrar en la Constitución de 1978, sigan pudriendo la
convivencia y deteriorando el estado de bienestar. Empiezo a pensar que a los
santos barones de la derecha y a algunos de la izquierda les viene bien “el
cuanto peor mejor”, así pueden seguir manejando a su antojo los designios del país.
Lo
que no logro entender es a qué consenso se refieren. O no tiene ni idea de cómo
se fraguó la Constitución actual o están tratando de construir un relato muy
alejado de la realidad del momento. Pues nada hay más disparato que hacernos
creer que antes de empezar la
negociación constituyente había un consenso previo. Ni mucho menos. En lo único
que estaban de acuerdo era en que había que elaborar una Constitución, pero
esto era casi un imperativo político, una vez disuelto el franquismo, el fuero
de los españoles y los principios fundamentales del movimiento. Difícilmente se
podía dar la imagen en el mundo de que España caminaba hacia una democracia, si
no se aprobada una Carta Magna que así lo hiciese parecer. Hasta ahí el
consenso. El resto fue una dura, larga y
tensa negociación, que estuvo en algunos momentos a punto de estallar, hasta
que Alfonso Guerra y Abril Martorell se encerraron en el restaurante José Luis
de Madrid, sine die, hasta que llegaron a un acuerdo de mínimos, que trasladaron
al resto de los Partidos y sus ponentes en la negociación. Porque, la Constitución de 1978, fue eso: un acuerdo
de mínimos, pactado entre la UCD y el PSOE. Así que, de consenso poco, y sí
mucha negociación a cara de perro.
Pero
eso no se sostiene que ahora nos vengan diciendo que no hay consenso para iniciar
su reforma. Si la sociedad está convencida que se debe reformar hay que iniciar
las negociaciones ya, sin tanta demagogia y a cara de perro si es necesario,
como se hizo en 1978. Lo importante es que al final se llegue a un acuerdo que
no satisfaga a ningún Partido, pero que puedan asumirlo todos, y que nosotros
podamos refrendarlo.
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