martes, 29 de noviembre de 2016

Diario esférico 29.11.2016

                Manuel Fraga dio en el clavo con el slogan que mejor ha definido a España: “Spain is different”. Y es que aquí nunca pasa nada, si los autores de las fechorías pertenecen a la élite del poder.  Pero ¡ay! si eres del vulgo, agárrate que cualquier nimiedad te costará un disgusto. Viene a cuento esto por los tejemanejes que se ha traído entre manos el rector de la Universidad Rey Juan Carlos con su tesis, que parece ha plagiado a todo el que se le ha puesto a tiro. Vamos que en vez de una tesis debe parecer un trampantojo de corta y pega. Pero al sesudo intelectual, que es uno de los favorecidos por la presidente de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, ni se la he pasado por la imaginación (aunque de esta debe tener poca si todo lo copia) dimitir. En Alemania, por lo menos han tenido que dimitir tres ministros acusados de plagio en sus tesis doctorales. ¿Se dan cuenta como Spain is different?
                Se van aclarando las cosas en el PSOE. Ya tenemos dibujado el mapa de los apoyos. Mientras Pedro Sánchez empieza a fajarse en el cuerpo a cuerpo con los militantes, carretera arriba carretera abajo, buscando apoyos;  Susana Díaz sólo habla con la nobleza del Partido para asegurarse que estos la va a apoyar en su carrera a Ferraz. Como verán, sí que hay dos modelos de Partido, el de la participación de los militantes, y el cortesano, en una readaptación del primus inter pares feudal.

                El gran gobierno neoliberal del mundo ya lo tiene decidido: en Francia será próximo presidente François Fillón. ¿Para qué elecciones? 

domingo, 27 de noviembre de 2016

Y Franco se murió

                                                                                                Foto: Autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón el 25 de noviembre de 2016
Hace cuarenta y un años el país pasó el mes de noviembre en vilo. La televisión, única e indivisible por la gracias de Dios, entonces acababa a las doce de la noche, con el himno nacional y la bandera con el águila imperial de fondo. Pero antes del fin de emisión llegaba el parte del equipo médico habitual, desde donde se nos informaba que el inmortal Francisco Franco había tenido una ligera mejoría o permanencia estable en su estado de salud precario, aunque esto nos era ocultado con la verborrea de la propaganda típica de las regímenes totalitarios. Hasta que el laconismo, dadas las circunstancias, se impuso y el último parte, fechado el 20 de noviembre a las 5,30 de la madrugada, con Franco ya muerto, fue toda una relación de alteraciones fisiológicas, sin mención a la muerte del enfermo, cuando el teletipo anunciándola  ya había llegado a la redacción de Europa Press a las 4,58  horas.
Las radios, todavía sujetas al “Parte” informativo, que no era otra cosa que la obligación de dejar en manos de la propaganda oficial las noticias que se transmitían, tenían más margen de maniobra, eso sí,  fuera de las horas reservadas para la conexión con Radio Nacional, y de vez en cuando, se les escapaba algún indicio de que el “Generalísimo” se encontraba peor de lo que nos decía la propaganda controlada por los próceres del ministerio de Información y Turismo. Qué cosas tan raras se hacían entonces, meter la información y el turismo bajo la misma cartera ministerial, aunque quizá se hiciese para lavar la imagen de la dictadura ante los turistas.
En honor a la verdad, así pillados en caliente, a la mayoría de los españoles la muerte de Franco les dejó en estado catatónico: estupor, rigidez y excitación. Estupor,  por la pérdida de quien durante cuarenta años había dirigido sus vidas, con el síndrome de Estocolmo que gran parte de la población tenía, que produjo una especie de rigidez mental que impedía ver el futuro más allá del miedo que durante tantos años se había inoculado a la población, de que sin Franco España se despeñaría por un abismo; y excitación, porque en el fondo, la muerte de Franco, podría acabar con el aburrimiento de la sociedad española, y nos acercaríamos a la feliz y rica Europa –ya no habría que ir a Perpignan a ver “El último tango en París”- y la democracia, esa palabra tabú que pertenecía a quienes vivían más allá de los Pirineos, empezaba a encenderse en al fondo de los corazones de millones de Españoles.
Aunque esto de la democracia fue después. Primero hubo que enterrar al Generalísimo con honores de caudillo, qué cabía esperar de un hombre que se portó como tal durante todo el tiempo de su reinado sin corona, con colas interminables para verle córpore in sepulto, que no dejaban de levantar admiración allende nuestras fronteras -al menos eso es lo que nos contaba la propaganda mediática del régimen-  bien guardadas a las influencias judeomasónicas, anticristianas, que nos amenazaban desde el exterior. Recuerdo el llanto de mucha gente, no se sabe si impostado o sincero;  el frío que caía sobre Madrid en aquellos días que estaban llamados a cambiar el futuro del país; sobre todo el frío empático que nos hacían pasar esos gallardos jóvenes falangistas, a pecho descubierto, haciendo guardia para que su querido régimen fascista no se escurriera por las alcantarillas de la historia, como había pasado en Europa cuarenta años antes.

Pero como la vida tiene un bies de sardónico, después de tanto esperar la muerte de Franco; de pensarla como un momento glorioso en la imparable marcha de los trabajadores hasta la victoria final, el que esto escribe, se enteró del óbito del dictador por la portada del diario AS; que poco glamour para tan importante acontecimiento. Eso sí, me enteré por el medio más leído entre la clase obrera, que ese día no puso la chica en bikini de la penúltima página. En algo no me equivocaba: la prensa de los trabajadores se haría eco de la muerte del dictador a toda portada.    

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Diario esférico 23.11.2016

No voy a entrar en la trayectoria política de Rita Barberá, ni en sus cuitas con la justicia; de eso no es ahora el momento de hablar. Tiempo habrá. Hoy es el día de las condolecías a familiares, amigos y compañeros, y las muestras de pesar por la muerte de una persona pública con sólo 68 años. Nadie debe morirse tan joven.
Pero no me gustan los minutos de silencio impostados. Los que se hacen para quedar bien ante la galería, o para tapar miserias propias y ajenas. Y sobre todo, cuando están fuera de lugar. Por eso no entiendo el minuto de silencio de hoy en el Congreso  de los Diputados. Puedo entenderlo en el Senado, Rita Barberá era senadora, y que sus compañeros institucionales le rindan un pequeño homenaje por su inesperada muerte, es comprensible. Que el Ayuntamiento de Valencia dicte tres días de luto, lo veo razonable por tratarse de una exalcaldesa, que recientemente abandonó el cargo después de veinticuatro años. ¿Pero que guarde un minuto de silencio el Congreso? ¿Cuál es el motivo para tamaño honor?
Hace dos años y medio murió Iñaki Azkuna, alcalde de Bilbao, a quien la City Maiors Foundation nombró en 2012 Mejor Alcalde del Mundo. Un dato objetivo que colocaba a exalcalde Azkuna en un pedestal del buen gobierno municipal y la honestidad. ¿Hizo un minuto de silencio el Congreso de los Diputados? Que yo sepa no. ¿Significa que a partir de hoy, cada vez que un alcalde o alcaldesa fallezca, el congreso va a hacer un minuto de silencio? Me van a perdonar sus señorías, pero creo que hoy han metido la pata; cada uno tendrá sus razones, pero la han medito. Y en vez de reconocer su error, respetando a quienes no les han seguido en su despropósito institucional, se han lanzado como hienas a descarnar al enemigo. Me llama la atención las declaraciones de algunos diputados de los autodenominados “partidos constitucionalistas”, despellejando al único grupo parlamentario que ha sabido guardar las formas institucionales. 
No se han equivocado ellos, señores, sino todos ustedes. Sin embargo, no han tardado en lanzarse a una carrera de desprestigio tan sucia como fea, con el único fin de tapar sus vergüenzas, mejor dicho equivocaciones. Lo expresa muy claro el refranero español: “Ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”. Pero ustedes errequerre: que si es una falta de respeto, que si la cortesía parlamentaria, etc.  ¿Alguno de ustedes nos puede explicar cuáles son las razones para ese minuto de silencio? ¿Por qué tratan de esconder la verdad, haciéndonos creer que un minuto de silencio no es un homenaje? ¿Entonces qué es? Ustedes lo saben perfectamente y ahora tratan de escribir un relato del acontecimiento, torticero, por no decir otra cosa, que enmascare su decisión de esta mañana.
Minutos de silencio, que cada uno los haga cuando quiera. Pero que no arrastre a las instituciones a un esperpento como el de esta mañana, que sólo han tenido como objetivo lavar la imagen pública de quien la tiene sucia por sus actuaciones, y si no, a las declaraciones de destacados miembros del Partido Popular y del gobierno me remito; los mismos que hace unos días la han tratado como a una apestada. La política es así.

Que descanse en paz Rita Barberá y sus homenajeadores de última hora dejen de montar numeritos innecesarios, que ponen en ridículo a las instituciones con tanta impostura.



sábado, 19 de noviembre de 2016

Pedro Sánchez

                                                                                                 Foto: Autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón el 18 de noviembre de 2016
¿Cuántos sapos tiene que tragarse un político para mantenerse en el poder? No recuerdo si fue Adolfo Suárez o Fernando Abril Martorell (para los más jóvenes este fue vicepresidente de Suárez en la Transición), quién dijo, en cierta ocasión, que todas las mañana se tenía que comer un sapo. Y no me extraña, dadas las circunstancias de la época, que no fueron más fáciles que las actuales. Y es que, el poder exige seguir una dieta muy difícil de tragar, incluso a veces, excesivamente repugnante
                Hago esta pequeña reflexión, porque tengo la sensación que Pedro Sánchez se ha tenido que comer demasiados sapos en estos dos años que ha dirigido el PSOE, incluso alguno demasiado indigesto. Porque al ex secretario general de los socialistas no le han venido nunca las cosas de cara, desde que fue elegido por la militancia, para dirigir un Partido en descomposición, manchado por la conciencia de la culpa de haber sido el que inició el desmantelamiento del estado de bienestar, eso sí, por mandato de Bruselas.
                Me consta, porque así me lo han transmitido personas de su entorno político, y por lo que he podido ir leyendo sobre su figura, que él, cuando se presentó a la secretaría general, ya tenía intención de darle una vuelta y media al Partido, para poner tierra por medio de un PSOE abotargado y acomodaticio, y hacerle resurgir de sus propias cenizas como un partido socialista renovado y adaptado a los  nuevos tiempos. El problema es que el incendio ha acabado abrasándole a él.
                Pedro Sánchez no contaba, cuando la vieja guardia le da su bendición para las primarias, que la operación Susana ya estaba en marcha y él sólo era  la imagen de una maniobra estética, la carnaza de renovación que las bases exigían, con el fin de que las cosas cambiaran para que todo siguiera igual -¿Cuántas veces se habrán leído las baronías del PSOE la novela de Guiseppe Tomasi di Lampedusa: El Gatopardo”, para llevarla a la pantalla de la política con tanta fidelidad? Pero el compañero Sánchez tenía otras ideas, y sabía muy bien que para llevarlas a la práctica sólo había un camino: ser candidato presidencial para intentar alcanzar la jefatura del gobierno. Y hay empiezan sus problemas, que se resumen en una idea muy simple: Susana Díaz y sus amigos tiene que sacarse del zapato el grano de arena que se les ha metido por pasear por zonas pedregosas. La batalla está servida, y como los grandes generales, han ido secuenciando los tiempos de ataque, hasta la carga de caballería final, puesto que la infantería no les secundaba.
                 No ha tenido suerte Pedro Sánchez en estos dos años, porque a las zancadillas que su Partido le ha ido poniendo, le estalla en la cara el crecimiento mediático y electoral de Podemos, lo que le obliga a tener que compartir la izquierda con la formación de Iglesias/Errejón, y sirve a sus enemigos internos para orquestar todo un discurso “antipopulista”, que sólo tiene como fin poner contra las cuerdas a Pedro Sánchez, para que no pueda nunca formar gobierno. Lo que le hace cometer muchos errores y desviarse de su intención inicial de cambiar el Partido. Desde esta perspectiva, no es difícil entender las declaraciones de estos años por parte de él y sus enemigos internos, en las que Podemos siempre es protagonista. En esa clave interna se producen las declaraciones de “una gran victoria” después del 20-D y las alegrías tras el 26-J, porque estas están dichas para frenar a quienes le acusaban de estar llevando al Partido a la debacle electoral, cuando la hecatombe ya se había producido antes, por las políticas que quienes han querido defenestrarle han practicado.
                Aunque he criticado a Pedro Sánchez por su falta de autoridad y valentía en el Partido, para desactivar a quienes han preferido abstenerse ante un gobierno de Rajoy antes que alentar un gobierno de cambio alternativo, creo que es un hombre honesto, y que en la famosa entrevista de Jordi Évole, dice verdades como puños, haciendo un acto de contrición por sus errores. ¿Por qué tiene que callarse lo que todo el mundo percibimos, si esos a quienes acusa han tratado y conseguido, de momento, destruirle? ¿Es esto más deshonesto que callarse? ¿Es más decente rendirse a los intereses del poder postfranquista que impera en España, que mantener el famoso “NO es no” a un gobierno de Rajoy?

                Ignoro cuál va a ser el futuro de Pedro Sánchez. Si acabará imponiendo sus tesis de que el Partido debe ser de los militantes, frente a los que piensan que debe ser de las élites, siempre que ellos pertenezcan a ese grupo de elegidos. Su idea de ponerse al frente de la trasformación del PSOE, empezando desde abajo, a algunos les puede parecer suicida, incluso puede dar pie a la risa de dirigentes que se creen omnipotentes en sus eternos sillones, pero si al final tiene éxito, y su reflexión acerca de que para ganar el gobierno tiene que haber entendimiento entre la izquierda, sigue siendo la opción, habrá redimido al PSOE de sus pecados, y es posible, si la contraparte en la izquierda no sigue escondida tras las barricadas, que en un futuro no muy lejano tengamos ese gobierno de cambio que ahora, los intereses nobiliarios de su Partido han impedido.  

domingo, 13 de noviembre de 2016

Diario esférico 11 noviembre 2016


Hay días que uno tiene la sensación de estar en batalla con la muerte. No porque te sientas aludido por ella, que eso es cosa que mejor no saber, sino porque desaparecen aquellos que han convivido contigo a lo largo de tu vida, o en una parte de ella.Es como si se desmoronaran a tu alrededor los referentes que te han hecho ser lo que eres, disolviéndose en el vacío que te queda cuando desaparecen. Sentir que tu mundo, el que has conocido, al que has ayudado a construir, con el que te identificas, se desvanece, por el paso implacable del tiempo convertido en señora vestida de negro y guadaña, te deja una sensación de ingravidez líquida, que ya no vas a recuperar nunca.
Hoy Leonard Cohen, el poeta que se metió a trovador, porque la poesía no le daba para comer, y Paco Nieva, el hombre que no revolucionó el teatro, pero que nos enseñó otra maneras de verlo y entenderlo, han desparecido. Cierto que queda su obra, pero eso no me quita la sensación de que nos vamos quedando solos, y de que el mundo, para toda una generación, la mía, era mucho mejor con ellos vivos. La muerte, siempre se lleva lo mejor de nosotros mismos, y lo peor; el recuerdo de una persona es una imagen distorsionada que proyectamos sobre nuestra imaginación, hasta que la borra el olvido. 
Para más regocijo fúnebre, hoy también a muerto Perico Fernández, aquel peso superligero, que en nuestra adolescencia de ídolos secuestrados por el franquismo, nos hizo soñar con que era posible salir del fondo de la sociedad y llegar a la cima, aunque fuera del boxeo. Perico Fernández, a diferencia de Cohen y Nieva, fue un ídolo de papel, de esos de usar y tirar, cuando a quienes le auparon ya no le interesó, y le dejaron caer, en un viaje de vuelta a la miseria. Por eso, quiero rendirle homenaje, aunque no pertenezca a ninguna aristocracia conocida, porque él también pertenece a ese mundo que se desvanece, y sería injusta dejarlo en el olvido.

Los ministros juran por Dios

                                                                                                    Foto: Autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón el 10 de noviembre de 2015
Al fin llegó la tan deseada toma de posesión del gobierno, con todo atado y bien atado, como Dios y los poderes postfranquistas del Estado mandan.  Y a mí que estos actos de boato institucional me recuerdan a la Jura de Bandera que hacíamos en la mili. Sólo falta que los ministradores hagan un breve desfile por el salón palaciego de su majestad y con cara circunspecta pasen bajo la bandera y la besen. No me mal interpreten, no estoy, ni pretendo hacer una crítica al acto de rendir homenaje a la bandera (aunque personalmente me apunto más a la letra de la canción “La mala reputación”, escrita por George Brassens, y cantada en España por Paco Ibáñez). Además, cuando la mayoría de los ministros juran su cargo ante la Biblia, uno sólo puede interpretar que su gobernanza va a estar supeditada a los textos del libro sagrado, por lo que no estaría mal, como acto de respeto a los poderes civiles que, por lo menos, rindan obediencia a la bandera de la España constitucional, incluidos catalanes, vascos, y demás defensores del derecho a decidir. 
                Porque ya huele demasiado a incienso, que todavía hoy, en pleno siglo XXI de democracia liberal,  los ministros sigan jurando bajo el crucifijo y con la mano en la Biblia. Claro, que ustedes pueden decir, que tienen la opción de no hacerlo, pero ese no es el asunto. Primero, porque no quiero ni imaginarme la que se liaría si un ministro llegara y pidiera que retiraran el crucifijo y cerraran la Biblia, para prometer su cargo; las horas de tertulia y papel escrito que se gastarían en señalarle con el dedo acusador, por haber pecado en público contra la España de cerrado y sacristía que clamaba Antonio Machado. Segundo, porque jurar ante la Biblia, bajo la atenta mirada de un crucifijo, es un desprecio al Estado aconfesional que el artículo 16.3 de la Constitución Española recoge: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal…” Si el Estado no tiene religión, tal como parece, y queda garantizada como un derecho individual, que los ministros juren ante símbolos sagrados de una confesión religiosa, en este caso la católica, supone supeditar los derechos colectivos, que garantiza la constitución, a las creencias religiosas individuales, y eso en un ministro, que es un servidor público al servicio de la sociedad, es empezar con mal pie. A no ser que, como viene siendo en estos cuarenta años de democracia tutelada, la Iglesia Católica siga haciendo marcar el paso, no militar, sino procesional, al Estado.
                Dicho esto con todos mis respetos hacia las creencias religiosas de los señores y señoras titulares de ministerios u otros cargos públicos. Dios me libre a mí de criticar la fe religiosa de cada uno. Pero convendrán conmigo, algunos por supuesto, que ya va siendo hora de tomarse en serio ese artículo 16 de la Constitución y dotar al Estado de un protocolo aconfesional, que hoy no tiene, más acorde con la nueva sociedad laica  que existente en España.

                Aunque, realmente, lo que necesita este país es poner en orden su relación con la Iglesia Católica y con el resto de las religiones. Se habla de abrir el libro de la Constitución, cerrado con las siete llaves del inmovilismo postfranquista que controla España, para modificarla, adaptándola a los nuevos tiempos políticos. Cabe esperar, que si esto se produce, el nuevo redactado constitucional afine más en la definición de España como un Estado laico, por su puesto, respetuoso con las creencias religiosas de cada uno. Además de ahorrarnos los españoles una pasta (sólo en exenciones fiscales, 11.000 millones en 2015) y utilizar la clase de religión para otras materias, por ejemplo filosofía, entre otras muchas cosas, para que no tengamos que volver a ver a un ministro jurar con la mano puesta en la Biblia, algo que a muchos nos produce sonrojo y pena, al ver que los versos que Antonio Machado escribió en 1913 en su poema “El mañana efímero”, siguen tan vigentes como hace 80 años. 

sábado, 5 de noviembre de 2016

A su señoría Gabriel Rufián

                                                                                                 Foto: autor desconocido
Publicado el Levante de Castellón el 4 de noviembre de 2016
Sr. Rufián:
                Su intervención de la semana pasada en el Congreso de los Diputados ha levantado muchas ampollas y caras de indignación en la clase política bien pensante de este país, incluida Cataluña. No es de extrañar, pues a muchos les duele que les digan la verdad que ellos tratan de disimular. Tengo que decirle, que comparto algunas razones del fondo de su intervención, pero ya no tanto los modos, que me parecen impropias de un diputado que debe guardar unas mínimas formas de cortesía política hacia sus adversarios. Son las reglas, no escritas, del juego democrático, aquellas que hacen posible que la política no sea un lugar para esgrimir a garrotazos nuestras ideas o nuestros posicionamientos tácticos. Lo demás es matonismo verbal, de ese que los españoles, también los catalanes, estamos tan acostumbrados a hacer gala, ya sea en la barra del bar o con los amiguetes en animada charla privada. Los grandes parlamentarios que ha habido en nuestra historia común, lo han sido porque fueron capaces de saber que la tribuna del Congreso no era un púlpito desde el que arengar a los afines, y siempre expresaron sus ideas bajo la premisa del respeto y las buenas formas parlamentarias.

                Tengo la sensación de que usted se está convirtiendo en un títere de sí mismo, que ni siquiera le hace gracia lo que dice, al igual que aquellos antiguos izquierdistas que no hablaban, sino que dogmatizaban cada vez que lo hacían, eran incapaces de reírse agobiados por su propia fe en la verdad que ellos hacían única e indivisible. Y le tengo que decir una cosa, con todos mis respetos, cuando uno repite en público el mismo lenguaje no verbal, las mismas palabras, aunque con otra semántica, acaba aburriendo y convirtiéndose en un pesado, a no ser que, y esto es todavía peor, sólo se le preste atención para alimentar el morbo que todos llevamos dentro, es decir, se convierta en un histrión de la palabra, al que se le escucha la forma de expresarse y nunca el fondo de lo que dice.   
                El problema, sr. Rufián, es que usted no estaba hablando la semana pasada con los colegas, o en una reunión de su Partido, donde uno se explaya con la mejor verborrea que tiene para descalificar a los otros, que es también una manera de esconder nuestras propias miserias. Porque todos tenemos algo que esconder. Por ejemplo, usted acusa al PSOE de traidores, no le falta razón, si nos atenemos a uno de los significados que a la palabra da la RAE: “Falta que se comete quebrantando la fidelidad o  lealtad que se debe guardar o tener;, está usted en lo cierto, porque el PSOE ha cometido una deslealtad hacia sus votantes en nombre de la “ética de la responsabilidad”, según expresión de su portavoz parlamentario Antonio Hernando, que es como decir que la ética es una veleta que se mueve según la responsabilidad que a cada uno le conviene.
                Como ya le he dicho estoy de acuerdo en el fondo de su denuncia, aunque yo lo llamaría deslealtad hacia sus votantes; la palabra traición tiene unas connotaciones de rancio nacionalismo: “Delito cometido por civil o militar que atenta contra la seguridad de la patria”,  otra vez en definición de la RAE, que no me gusta, y no creo que sea este el caso, pues ningún Partido es una patria, ni siquiera un Estado es una patria, salvo que queramos convertirlo en un templo sacrosanto de adhesiones inquebrantables. Pero claro, usted es un nacionalista convencido, de esos para los que la patria y la bandera están por encima de las personas.      
                Por eso me llama la atención que llame traidores y otras lindezas ofensivas a los diputados del PSOE, cuando usted y su Partido han cometido un acto de “traición” –permítame que utilice sus mismas palabras- hacia los valores de la izquierda en Cataluña, al supeditarlos a un  nacionalismo más propio del siglo XIX, lo que les ha llevado a creer o hacernos creer que con la independencia de Cataluña, los catalanes alcanzarían la arcadia feliz, esa que nos han prometido tantas veces a lo largo de la historia, y que sólo ha servido para que una clase dominante sea sustituida por otra.
                Luego entonces, sr. Rufián, lecciones de ética puede dar pocas, porque el que esté libre de pecado que tira la primera piedra. Más le habría valido denunciar cuáles son las consecuencias que va a tener la abstención del PSOE para la mayoría de la población, incluida la catalana, aunque quizá usted piense que los catalanes, gracias a la hoja de ruta independentista van a estar a salvo de cualquier cosa que suceda en España.

Atentamente.

martes, 1 de noviembre de 2016

La ciudad como espacio de convivencia y bienestar

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                                                   Foto: González de la Cuesta

Artículo publicado en Levante en el año 2005


La vivienda, un derecho olvidado

  Ruido. Demasiado ruido en la política española, que sólo sirve para salvar el culo de algunos dirigentes políticos, que prometieron la lun...