jueves, 20 de octubre de 2016

Libertad de expresión, dependiendo para quién

                                                                                                   Foto: Autor desconocido
A Felipe González y Juan Luis Cebrián no les han dejado hablar en la Universidad Autónoma de Madrid un grupo de iracundos estudiantes. Asunto reprobable, que la palabra, aunque no nos guste como suena, se vea coartada por la fuerza. Eso es todo menos democracia, y se parece más a las comportamientos de los jóvenes Camisas Pardas hitlerianas, cuando aterrorizaban Berlín boicoteando violentamente cualquier acto que no entrara dentro de su ideario político. Por tanto, queda dicho que la democracia no se debe rendir a estos comportamientos, vengan de la ideología, que vengan.
Dicho esto, me gustaría hacer algunas apreciaciones. En todos los países democráticos del mundo, los jóvenes siempre han tenido salidas de tono políticas y España no es una excepción. Llevan produciéndose desde que tenemos democracia, el propio Felipe González ya tuvo un incidente parecido hace más de veinte años, en la misma Universidad y José María Aznar ha sufrido varios, y no son los únicos. Y eso es bueno, porque nos hace ver que el mecanismo no se ha detenido por defecto de alguna pieza, y la energía de la juventud funciona y asegura el recambio de las generaciones anteriores. Luego, entonces, que la juventud proteste airadamente contra algo o contra alguien, no debería ser motivo de tirarse de los pelos, sino más bien de pedagogía democrática para que esos grupos queden aislados, y en su aislamiento, desinflados. El error es darle mucho bombo mediático, porque es como si echáramos madera a un fuego pequeño, con el único fin de convertirlo en incendio.
Dicen que hay una falta de respeto hacia la libertad de expresión, los mismos que aplaudieron al gobierno cuando prohibió que las protestas por tanto recorte y desmantelamiento del estado de bienestar llegaran al Congreso, vallándolo y reprimiendo con dureza a los manifestantes. O los que pusieron el grito en el cielo por el guiñol: La Bruja y don Cristóbal”, que acabó con el encarcelamiento de los titiriteros por enaltecimiento del terrorismo. Parece que en España hay dos varas de medir la libertad de expresión; una blindada para que las élites dirigentes digan lo que quieran, y otra con la espada de Damocles de la Ley Mordaza, que sólo tiene como fin impedir la libertad de expresión que no le gusta al poder, para el resto de los mortales.
Claro que todo tiene un trasfondo. En el caso de los titiriteros, meterle el dedo en el ojo a Manuela Carmena y al Ayuntamiento de Madrid, gobernado por Podemos, y en el caso de la Ley Mordaza impedir que la ciudadanía proteste contra las políticas regresivas en derechos y  bienestar del gobierno.
Pero ¿Por qué tanta relevancia mediática ahora, si  no es la primera vez que sucede? Quizá, porque Felipe González es un adalid de la abstención del PSOE para que gobierne Mariano Rajoy, y uno de los instigadores contra cualquiera que se salga de los límites que la democracia neoliberal tiene impuesto, por su propia supervivencia. Además, resulta curioso que sea el grupo PRISA, presidido por Juan Luis Cebrián, el otro afrentado en la Autónoma de Madrid, quién esté dando más bombo al incidente. Otra vez Cebrián, igual que hizo cuando se descubrió su vinculación con los Papeles de Panamá y todo lo que salió después, avalado por su amigo Felipe González.
Que el grupo mediático de Cebrián trate de darnos lecciones de democracia y libertad de expresión, es de risa, por no llorar. No sé si ustedes se darán cuenta, que este Juan Luis Cebrián es quien dio instrucciones para echar al director de eldiario.com, Ignacio Escolar, como tertuliano de la Cadena Ser,  porque no le gustaban las informaciones sobre sus tejemanejes financieros opacos que daba ese diario, y prohibió a los periodistas de PRISA acudir a programas de La Sexta. La libertad de expresión para Juan Luis Cebrián reside en que él haga lo que quiera y nadie se lo critique, porque si no puede acabar despedido como Fernando Berlín como colaborador de la Cadena Ser.
Pero el incidente de la Autónoma da más juego, sobre todo a los carroñeros de la política que acuden a mordisquear cualquier cosa a ver si sacan tajada. Por decencia no voy no mencionar a estos. Pero sí a los que tratan de aprovecharse para disimular sus vergüenzas, como lo están haciendo algunos dirigente de la Gestora del PSOE, que no han dudado en salir acusando a Podemos como instigadora de los mismos. Así el portavoz de la Gestora, mano derecha de Susana Díaz, no tiene empacho en decir que el responsable de todo esto es Pablo Iglesias.  ¿Qué pretende este señor y otros con esto? Están tirando de argumentario para diluir ante la opinión pública que va a ser los responsables de que Mariano Rajoy siga siendo presidente del gobierno. Lisa y llanamente, tratan de levantar una cortina de humo sobre su abstención.
Como ven, la libertad de expresión está en peligro en España, dependiendo de quién quiera utilizarla.


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