viernes, 30 de octubre de 2015

La herida sigue abierta

Publicado en Levante de Castellón el 30 de Octubre de 2015
1 de Noviembre y volvemos a llenar los cementerios para honrar y recordar a nuestros seres queridos. Familias, amigos y deudores de los fallecidos acudirán a la llamada de la memoria de aquellos seres a los que han querido y se han sentido queridos por ellos, para homenajearles con flores, que son el símbolo más cariñoso de decirle a alguien “no te olvido”, en un día que la religión católica viene tomando de la tradición pagana de celebrar la muerte de la naturaleza, por la llegada del invierno, cuarenta días después del equinoccio de otoño. De cualquier forma, esta simbolización de la muerte, está muy presente en todos nosotros, por lo que tiene de seguir unidos a los que ya se fueron, ya sea desde ritos paganos, como de ritos religiosos, o desde la celebración lúdica de la muerte que significa Halloween, por cierto una fiesta que tiene su origen en la cultura celta, que se denominaba “Samhain”, que venía celebrarse ente los días 5 y 7 de Noviembre, es decir, alrededor de 40 días después del equinoccio de otoño, en la que los celtas daban cuto a sus muertos. Esta tradición, desde mucho antes que Halloween irrumpiera en España, ya se celebraba en Galicia, con calabazas encendidas y castañas cocidas con anís.
                El culto a los muertos, un entierro digno y la sensación de haberlos honrado en el tránsito de los caminos de la muerte, es algo que está muy enraizado en nuestro país, por eso cuando no se puede llevar a cabo, por causas ajenas a la voluntad de uno, una losa pesa sobre la memoria de los descendientes que sólo el miedo a una voluntad mayor puede impedir que se pasen la vida buscando a sus parientes muertos y no enterrados debidamente.
                En España hay una herida abierta para muchas personas que nunca han podido enterrar a sus muertos, porque una dictadura, muy cercana en términos históricos, se lo impidió sembrando el terror entre los descendientes. Una herida que nunca se cerrará hasta que la cauterice su propia muerte o pueden encontrar y dar la sepultura que cada uno considere a sus parientes desaparecidos. Y digo bien al decir “desaparecidos” porque esa es la versión oficial que durante décadas ha prevalecido desde los estamentos oficiales para justificar el óbito de miles, demasiados miles y demasiados ceros en la cuenta, de españoles y extranjeros a los que les cayó el estigma de “rojos” por los vencedores de una guerra civil, que implantaron una dictadura férrea basada en la venganza y el odio sembrado desde los púlpitos a todo aquel que no comulgó con las doctrinas nacionalcatólicas del franquismo.
                Por eso, cuando escuchamos que una diputada de la derecha postfranquista que gobierna España, Rocío López,  dice: ¡Dejen en paz a los muertos! y vuelve a argumentar lo de la famosa herida que no hay que abrir (no se puede abrir una herida que no ha cerrado), uno sólo pude sentir tristeza, por tanta falta de sensibilidad y poca empatía con aquellas personas que llevan décadas buscando a familiares que la dictadura que ella, tan veladamente defiende, asesino y ocultó su paradero, para que ese oprobio gubernamental, siempre bendecido por un cura, no pasara a la historia, permaneciendo oculto en la memoria de colectiva de los españoles.
                Eso es precisamente lo que el franquismo intentó evitar: el juicio de la historia y los tribunales, y los que, ahora sus descendientes ideológicos, económicos y políticos, están tratando de evitar a toda costa, incluso con expresiones como las de la diputada antes aludida o las del senador conservador Jose Joaquín Peñarrubia, que en nombre de su Partido ha llegado a decir: “Ya no hay más fosas que descubrir…”, en un intento sin alma de esconder la barbarie del franquismo de la memoria colectiva y de procesos judiciales que tribunales ajenos a España han abierto o puedan abrir. Una brutalidad represiva que ha convertido a España “en el segundo país del mundo después de Camboya, con mayor número de víctimas de desapariciones forzadas cuyos restos no han sido recuperados ni identificados” (sic) Jueces para la Democracia. Un deshonor que cuarenta años de democracia no han sabido borrar.
                Pero la historia no se puede ocultar, por mucho que los herederos del franquismo se empeñen, ni por ningún acuerdo político que intente borrar el pasado en aras de la estabilidad social. La historia es tozuda y al final aparece por lo pliegues de esa memoria que se ha querido sesgar. El pasado del franquismo, con sus vendettas y miles de asesinatos es demasiado grande como para ocultarlo. Porque, además, es un pasado que no sólo ha dejado un reguero muerte en las cunetas de las carretas o las tapias de los cementerios, hay mucho más que ha de salir a la luz de la historia, para que nunca más se vuelva a repetir.
                A veces da la sensación que los culpables de ese pasado negro de la reciente historia de España son los que reclaman sacarlo a la luz, en un ejercicio de memoria colectiva que acabe por reencontrarnos a nosotros mismos, condenando socialmente a quienes lo hicieron, plenamente conscientes de lo que estaban haciendo, y reconociendo legal y públicamente a quienes lo sufrieron. Y no me estoy refiriendo solamente a los muertos. También fueron objeto de las iras del franquismo los maestros y funcionarios, a los que se condenó a unos expedientes de depuración humillantes, eso a los que no habían fusilado antes, que despojaron a muchos del ejercicio de su profesión; a los familiares de todos aquellos que desparecieron y han tenido que callar durante décadas por miedo o por vergüenza. Víctimas del franquismo, los miles de encarcelados en campos de internamiento, prisiones o aquellos que tuvieron que depurar su “culpas” en la construcción del Valle de los Caídos. Pero también los que tuvieron que marcharse de España para convertirse en refugiados de un régimen que les negaba la libertad, la dignidad y quién sabe si no la vida. Los torturados en oscuros sótanos de la DGS y otras dependencias policiales, los asesinados en los primeros años de la Transición, el juez Garzón o las madres que veían como les quitaban a sus hijos, por el mero hecho de ser rojas, para entregarlos a un mercado vergonzoso de compra-venta de niños y niñas, que era alentado por curas y franquistas de pro.

                Esas también son víctimas de la dictadura que merecen ser reconocidos por la memoria histórica. Porque un país que no reconoce a las víctimas de la intolerancia, todas las víctimas sin distinción, es un país que todavía no ha alcanzado una democracia plena y vive de los resabios de la dictadura. Una dictadura que aún hoy todavía es ocultada de los planes de estudio en las escuelas.

lunes, 26 de octubre de 2015

Cañizares y la pobreza invisible

Publicado en Levante de Castellón el 23 de Octubre de 2015
El arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, en un momento de éxtasis divino, hizo el otro día unas declaraciones que han escandalizado, incluso, a sus propios correligionarios de fe. No son nuevas estas salidas de tono estertóreas del guardián de la ortodoxia más rancia de la Iglesia. Algunas de sus perlas han sido bastante sonadas y muy festejadas por el ultramontanismo nacionalcatólico español, incluido el catalán, como aquellas que hizo en 2009, a colación de la reforma de la Ley del aborto del gobierno del Zapatero, en las refiriéndose a los casos de pederastia habidos en colegios católicos, dijo: “No es comparable lo que haya podido pasar en unos cuantos colegios, con los millones de vidas destruidas por el aborto”. Ya lo ven, a monseñor Cañizares el padecimiento en vida le importa bien poco, y si este es infringido por curas, nada.
                Pero no es este el tema sobre el que me gustaría reflexionar. En las declaraciones de Cañizares ha habido dos focos de atención mediático, por su poca sensibilidad con el sufrimiento de la gente. Uno referente a los refugiados, que ha tenido una inmediata respuesta desde diferentes ámbitos de la sociedad por xenófobas, y ser un tema muy delicado en este momento que incluso le han obligado a desdecirse. Aunque siempre he pensado, como bien dice el proverbio, que “la jodienda no tiene enmienda”, con perdón, y este tipo de actos de contrición dura hasta que se vuelve a caer en el mismo pecado. Pero no se alarmen, para eso está la confesión, ese acto exculpatorio general, que da a los católicos carta blanca para hacer lo que les da la gana, si después se confiesan o arrepienten.
                Pero no es la preocupación que tiene monseñor sobre que quedará de Europa en unos años con tanta invasión musulmana (parece que para algunos la guerra contra le infiel no se terminó en Lepanto), lo que me ha llamado la atención, sino sus declaraciones sobre la pobreza. Un hombre de bien, con un supremo sentido de la fe católica, tenía que echar una mano al gobierno que tanto le gusta por su conservadurismo. El país vive “una recuperación económica que hay que reconocer”, ha dicho monseñor Cañizares, capaz de poner a cada uno en su sitio: a los ricos en el suyo y a los pobres debajo. Es tanto el fervor mutuo que se tienen que algunos reconocidos meapilas han salido en su defensa, como el ministro del Interior (cómo le hubiese gustado a este hombre ser Inquisidor General) y otros venidos a menos, como Camps y Cotino, que no han dudado en darle su apoyo.
                Dicho lo anterior, habiendo recuperación económica desde el minuto uno que llegó Rajoy a la Moncloa, el cardenal no ve “más gente pidiendo en la calle o viviendo bajo un puente, que antes”. Estas declaraciones, que no han tenido tanto impacto social y mediático como las de los refugiados, quizá porque el empeño del poder en invisibilizar la pobreza, para que no se les estropee el chiringuito que está montado a costa de ella, están dando sus resultados. El arzobispo de Valencia debe tener un concepto de la pobreza ligado al número de pobres que piden en la puerta de las iglesias, bien a la vista de todos para que los feligreses descansen su conciencia dando una limosna, eso que tanto le gusta dar a la Iglesia porque les genera clientela. Ligado a esto, la pobreza debería visualizarse en las calles y bajo los puentes, como sucedía siglos atrás, en donde sus señorías laicas o eclesiásticas convivían con todo género de pobres, desarrapados y gentes con el estigma de la miseria, buscando cómo sobrevivir más allá de las limosnas. Pero el siglo XX, en Europa, gracias a la Revolución Industrial y las luchas sindicales y obreras estableció una nueva clase de relaciones entre los trabajadores y los patronos, haciendo del estado de bienestar el mayor éxito para la erradicación de la pobreza habido en todos los siglos de historia conocida. Simplemente, el fin de la pobreza estructural y la explotación que esta supone vino del empleo, el salario y las condiciones de trabajo, en situación de dignidad, que convirtió a millones de europeos y españoles en clase media, y ya saben ustedes, una potente clase media es un gran antídoto contra la pobreza generalizada.
                Debería el arzobispo de Valencia leer los informes de Cáritas, que tan cerca le quedan, para darse cuenta que la pobreza hoy es más invisible que nunca. Puesto que los  nuevos pobres que el siglo XXI ha traído como consecuencia de las políticas de desigualdad que la jerarquía de su Iglesia tanto bendice, no está tirados por las calles, ni abarrotan las escalinatas de la iglesias, ni se han dado a la mendicidad como profesión. No, porque los pobres del siglo XXI son clase media, trabajadores y trabajadoras que hasta hace bien poco tenían un trabajo digno y un salario que no les condenaba a la indigencia, como ya sucede con el 14% de los trabajadores españoles. Son ciudadanos que se han visto arrojados de unas vidas con cierta estabilidad económica y que se resisten a entrar en el mundo compasivo de la pobreza, aunque no hayan tenido más remedio que entrar en el bucle de la caridad. Ciudadanos que todavía tienen esperanza de que la situación cambie para volver a ser lo que antes fueron. Por eso el cardenal Cañizares no los ve. Por eso y porque no quiere verlos, no le interesa verlos.

                Pero la pobreza es una realidad imposible de esconder. Está instalada en el centro de nuestra sociedad. Y al margen de la celebración del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, que se ha celebrado el 17 de Octubre, según lo dispuesto por la ONU, de la esta sólo se sale con educación, cultura, igualdad de oportunidades, trabajo digno y salario suficiente. Y esto sólo se consigue si cambiamos los gobernantes que nos han conducido a ella, y están diseñando un mundo a su medida, para que se perpetúe. 

domingo, 18 de octubre de 2015

Una brecha de desigualdad

Publicado en Levante de Castellón el 16 de Octubre de 2015
                El 2 de Octubre me dieron una agradable sorpresa, cuando Antonio Montiel, secretario general de Podemos en la Comunidad Valenciana, me escribió para decirme que le había regalado un ejemplar de mi libro “La Brecha” a Felipe VI, durante la inauguración de una exposición en Valencia.  No voy a negar que fue una inmensa alegría saber que alguien del mundo político ha valorado en su justa medida el relato de la desigualdad en España que se hace en el libro y tenido el acierto de entregárselo al rey, que por que seamos republicanos no deja de ser el jefe del Estado, para hacerle saber que sigue siendo intolerable el abismo que se ha abierto en España entre ricos y pobres.
Pero más allá del gesto de Montiel o si su “majestad” se lo va a leer o no, “La Brecha” es un libro que  nunca se debería haber escrito, ni sus fotografías haberse realizado, si no existieran argumentos, escenarios y personas que están sufriendo. Fotografiar, escribir sobre la exclusión, la pobreza inducida por la avaricia del poder que gobierna ahora mismo Europa y la desigualdad más vergonzosa que se recuerda desde la muerte de Franco, no es un plato de gusto, sino más bien un ejercicio de introspección social y personal que te conduce a lo más hondo de la vileza humana. Un desprecio por la vida en condiciones de dignidad, que reduce a las personas a la categoría de esclavos modernos, que sólo tienen como misión de su existencia hacer que los ricos lo sean cada vez más.
Porque “La Brecha” no es sólo un testimonio sobre la desigualdad. Es también una denuncia sobre las causas. Poner negro sobre blanco que hay un fondo ideológico, unos responsables políticos, unos divulgadores intelectuales y unos embaucadores espirituales, que solamente tienen como fin la justificación de la pobreza, para someter a la mayoría en beneficio de una minoría, cada vez más enriquecida, a costa de apropiarse de la riqueza que produce la sociedad. Es el neoliberalismo salvaje y austericida que gobierna Europa por medio de unos dirigentes políticos que legislan al dictado de los ricos, ya sean estos particulares o corporativos; que tienen a las diferentes Iglesias que hay en el continente como justificadoras espirituales de la pobreza: “Bienaventurados los pobres, porque de estos será el reino de los Cielos”.
                Hay un dogma, que a lo largo de repetirlo durante miles de años nos lo hemos llegado a creer, sin ni siquiera cuestionarnos su veracidad o falsedad: “Siempre habrá ricos y pobres”. Sin embargo, esta afirmación esconde una trampa ideológica que está en el centro de la desigualdad. Que haya ricos y pobres sólo depende de cómo se reparta la riqueza. Si el reparto se hace de una manera justa y equitativa, la pobreza podría llegar a desaparecer. ¿Significa esto que ya no habría más ricos? No. Significa que no habría pobres, y que siendo las oportunidades las mismas, cualquiera podría llegar a ser rico y todos llevar una vida digna. Pero si el reparto no es justo y equitativo, nos encontramos en la situación actual: miseria, pobreza, falta de oportunidades que va aumentando conforme vamos bajando en el escalafón social, desigualdad y explotación. Digo explotación, porque sólo se puede llegar a una sociedad tan injusta como la actual, cuando las élites del poder actúan sin control legal que les impida dedicarse a explotar a los trabajadores (que son la mayoría de la población), para acumular la mayor parte de riqueza posible.
                ¿Hay solución? Siempre hay una solución. Si abandonamos la dejadez por la política, y nos dedicamos a exigir a los gobernantes, no sólo que sean honestos, sino que también sean justos y gobiernen pensando en el bienestar del conjunto de la sociedad, todo es posible. Si esto hubiese sido así, no habríamos tenido que escribir “La Brecha”. Pero desgraciadamente no lo es, y la chulería política sigue campando por los cenáculos del poder, haciendo gala de un desdén hacia el bienestar de la ciudadanía que raya el insulto. Si el gobierno del país fuese de otra manera no saldría el ministro de Hacienda amenazando y cumpliendo su amenaza de cortar el grifo de la financiación a la Comunidad Valenciana, como castigo por no haber votado a su Partido. No le importa, ni a él ni al gobierno al que pertenece, que sus actos puedan generar mayor desigualdad y pobreza, si con estos deslegitima al gobierno valenciano actual, que se ha encontrado con las arcas de la Comunidad vacías, por la inmensa corrupción y despilfarro de los gobiernos anteriores, por cierto del mismo Partido del señor ministro, y por la ausencia de una financiación justa que durante cuatro años el Partido gobernante en España no ha hecho nada por solucionar. El mismo Partido que ahora exige en la Comunidad Valenciana que el nuevo gobierno de izquierdas arregle en cien días lo que ellos han destrozado durante veinte años.
                Si la sociedad estuviese más vigilante con sus gobernantes, nunca se habría producido al gran estafa de Wolkswagen y quién sabe si del resto de las compañías automovilísticas, a tenor de lo que hemos ido conociendo en las últimas semanas. Una estafa de dimensiones épicas, consentida por los gobiernos comunitarios, y que curiosamente, todavía no ha dado con los huesos en la cárcel de los responsables políticos, ni económicos, ni empresariales. Esto es como la película “Uno de los nuestros” de Martin Scorsese, en la que una vez entrado en la mafia, si eres leal, hagas lo que hagas, siempre tendrás la protección de “la familia”. A lo suma te llevarás un tirón de orejas. En esta Europa neoliberal, en la que se han perdido las formas democráticas, está sucediendo lo mismo: ellos se sienten protegidos, porque son uno de los suyos. Si los bancos comenten el desfalco más grande habido en el siglo XX, nadie paga por ello, y el Estado, ese del que tanto reniegan, correrá al rescate con cientos de miles de millones de euros, que pagaremos nosotros. Si la Wolkswagen y otras multimodales de automoción son cómplices de una estafa sin precedentes, tranquilos que ya se buscarán un responsable de tercera fila para que expíe por los pecados de sus jefes y, además, ya se dispondrán a pedir que si la cosa va a mayores, sean los Estados los que salgan a rescate. Una vez más, usted y yo a pagar, aunque sea acosta de la desigualdad, la explotación y la pobreza de una parte, cada vez más creciente, de la población.

                Por ejemplos como este, y por muchas otras cosas que han hecho de esta sociedad un hervidero de injusticias y abismos, es necesario un libro como “La Brecha”, y políticos  que sean conscientes de que sólo cambiando verdaderamente las cosas se puede salir de este atolladero. Y mucho más fundamental: lectores de hagan de “La Brecha” un ejercicio de reflexión para el cambio político.

domingo, 4 de octubre de 2015

La herencia recibida

                                                                     Foto: Autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón el 3 de octubre de 2015
Uno de los recursos más usados por el gobierno de Rajoy para justificar las políticas de desigualdad que durante todos los años de su gobierno han laminado el estado de bienestar en España, es el de la herencia recibida. Incluso hoy, todavía, a escasos meses de las elecciones generales, sale algún  miembro de su Partido o del gobierno echando mano del mantra:  la culpa es de Zapatero, como si ellos no hubieran tenido cuatro años para enmendar errores de aquel, que al lado de las tropelías cometidas por estos, dan ganas de gritar: virgencita, virgencita, que me hubiera quedado como estaba.
                Lo de la herencia recibida es un tema que me parece grosero y de mal gobernante que trata de ocultar su incapacidad para solucionar los problemas que tiene la sociedad. Es más, un Partido, y sobre todo si hablamos de los grandes Partidos que ya han gobernado o tienen claras opciones de hacerlo, lo mínimo que debe saber es en qué situación se encuentra el país, o la comunidad autónoma, o el ayuntamiento, pues si no conoce la realidad a la que se va a enfrentar, difícilmente puede saber cómo la van a encarar. Lo que nos llevaría pensar que estamos ante unos malos gobernantes antes de serlo. Por ello, las herencias recibidas en política no son escusa de nada, y muchos menos para gobernar en contra de la mayoría de la sociedad, como viene haciendo en los últimos cuatro años el gobierno de Rajoy.
                Estas escusas de mal gobierno conducen a no saber qué hacer cuando uno está en la oposición, teniendo que volver a tirar del mantra de la herencia recibida, que ya saben ustedes, para al Partido Popular es la herencia de Zapatero, todavía hoy. Así, en la Comunidad Valenciana, ya en la oposición, siguen desempolvando la culpabilidad del expresidente socialista para taponar la sangría de despropósitos gubernativos y despilfarros que han cometido en los años de gobiernos ppopulares. Resulta bochornoso escuchar como cada vez que conocemos un despilfarro o un gasto desmedido por efectos de la corrupción que ha imperado durante décadas, el desparpajo de los portavoces del PP valenciano vuelve a echar la culpa a Zapatero, como si hubiera sido este el que ha gobernado durante décadas la Comunidad.
                Porque para herencia envenenada la que han dejado ellos en la Comunidad Valenciana, y no me refiero al déficit de financiación, que nunca han reclamado ante el gobierno central, para no incomodar a la dirección de su Partido en Madrid; ni a la corrupción que ha arruinado las arcas de la Generalitat, de la que se han enriquecido no pocos miembros del PP y afines (¿recuerdan aquello de hemos venido a forrarnos?, que ahora inundan los banquillos de acusados y los tribunales de presuntos inocentes. Tampoco me refiero a los despilfarros, que inevitablemente asociados a la corrupción, han dilapidado miles de millones de euros en obras difícilmente justificables, de costes desmesurados como el Aeropuerto de Castellón, Terra Mítica o la Ciudad de las Artes y las Ciencias, por poner algún ejemplo; y eventos que sólo tenían como objetivo encumbrar la imagen de sus dirigentes (recuerden la foto de Camps y Barberá montados en un deportivo de súper lujo dando la vuelta al circuito de Fórmula-1 en Valencia, conducido por Fernando Alonso). A nadie, ni al actual gobierno valenciano, le sorprende la fractura de desigualdad que los gobiernos del PP han abierto en la Comunidad, ni la soberbia encubridora de responsabilidades, utilizada con los familiares del accidente del Metro en Valencia. Todo eso se sabe y el gobierno de Ximo Puig lo sabía antes de presentarse a las elecciones, con el compromiso, precisamente, de aplicar políticas que pongan fin a todos estos años de malos gobiernos y peores gobernantes infectados de corrupción.
                Sin embargo hay otra herencia que empieza a aflorar poco apoco y que va a minar la gestión del gobierno actual durante algún tiempo. Se trata de todos los casos que vamos conociendo de ocultación de gastos, deudas y multas que están llegando a la Comunidad por la mala gestión de los gobiernos del PP y el delirio de sus gobernantes. Una suave lluvia fina que empezó con La Ciudad de Luz en Alicante y quién sabe si va acabar, con el Aeropuerto de Castellón. Trescientos millones de euros, de momento, que va a tener que afrontar la Generalitat, sólo en multas y devoluciones de ayudas impuestas por la Comisión Europea. ¿Cómo se ha podido gobernar tan mal? ¿Y ahora tienen el cuajo de exigir que el nuevo gobierno afronte los problemas que ellos han provocado? Se atreven a criticar que en cien días no han arreglado lo que ellos han destruido en 20 años y un día. La presidenta del PP Valenciano en algún momento ha dicho: “La izquierda de trabajar, poco…  de gestionar, nada de nada”. Para la gestión que la derecha ha hecho mejor que se hubiera quedado en casa viendo Juego de Tronos. Incluso ella, que siendo consellera de Infraestructuras se ha gastado la friolera de 85 millones de euros en un trolebús en Castellón; un gasto desmesurado por los excesos de la obra, la dilatación en el tiempo y quién sabe si también inflado por razones injustificables, pero sospechadas.  Un gasto que la gentileza de su gestión le ha dejado al gobierno municipal actual de Castellón una trampa financiera de 14 millones de euros en intereses por aplazamiento de deuda.
                Esto es lo que ha estado haciendo el PP durante tantos años de gobierno en la Comunidad. Ellos solitos, sin echarle la culpa nadie: aplazamientos de pago, esconder facturas en los cajones, destinar ayudas Comunitarias a quién sabe qué y esconder la mierda, la que ellos han ido acumulando, debajo de las alfombras. En definitiva, asfixiar la economía valenciana hasta el mareo por falta de aire. Para que luego llegue Montoro amenazando con cortar el hilo que sostiene débilmente las arcas públicas de la Comunidad, y así apretar hasta el rigor mortis.

                Por eso el gobierno valenciano no debe cejar en su intento de acabar con la infrafinanciación y la bravuconería política de una oposición envalentonada por la chulería de un ministro que no gobierna para los españoles, sino para su Partido y sus amiguetes defraudadores fiscales. El gobierno y la sociedad valenciana, que ha de mostrarle su apoyo y manifestar su rechazo a la política de ahogo y endeudamiento del gobierno central. Y qué mejor, que una vez nos desintoxiquemos de tanto nacionalismo embrutecido por el virus de la endogamia y la soberbia de creerse los mejores frente al mundo, lo que debemos hacer es prepararnos para las elecciones generales y votar, para botar a la derecha del poder del Estado, que han reducido a un coto parecido al que Miguel Delibes describe en “Los Santos inocentes”. 

La peligrosa huída hacia adelante de Israel y EEUU

  Netanyahu, EEUU y algún que otro país occidental demasiado implicado en su apoyo a Israel, haga lo que haga, sólo tienen una salida al con...