lunes, 18 de marzo de 2013

Sin cielo, sin cieno



Comentario de José Manuel González de la Cuesta

El nuevo libro de Marcelo Díaz: “Sin cielo, si cieno” es un poemario de altura, de gran madurez artística, que nos sitúa ante a un artista que se mantiene en el cenit de su carrera, ya larga, pero no por ello menos intensamente fructífera. Porque Marcelo Díaz es un renacentista del siglo XXI, no sólo por su manejo creativo en dos terrenos tan aparentemente distantes como la poesía y la escultura, sino por la vasta cultura que tiene puesta al servicio del arte y de la humanidad, en el convencimiento de que el hombre sólo se salvará cuando se reconozca a sí mismo como un sujeto extraordinario, para la bueno y para lo malo, esencial en el devenir de la vida.
“Sin cielo, sin cieno” recoge el espíritu de una manera de entender el arte, que tiene que ver con cierto expresionismo poético, al transmitirnos a través de los versos que surcan el libro, con una edición sumamente cuidada y original, sentimientos profundos que van más allá de la pura belleza formal y académica. Sus poemas son como paletadas de color poético, al igual que sus esculturas nos hablan de la vida desde la abstracción de la forma, porque es una manera más íntima y personal de transmitirnos las emociones y sentimientos que albergan en su interior. Hay una intención deliberada de esculpir palabras con una belleza que nos trastoca el alma, gracias a una poesía casi matérica, que cierra el círculo de Marcelo Díaz como artista en permanente simbiosis entre la forma escultórica y la forma poética, que nos hace recordar el espíritu informalista: abstracción, expresionismo, materia e inconformismo, de los grandes artista españoles de la segunda mitad del siglo pasado.
Pero “Sin cielo, sin cieno” no es un libro vacío, al modo parnasiano del arte por el arte. Esconde una fuerza espiritual reivindicativa del hombre frente a la codicia, la maldad, y la corrupción del poder. Alza la voz para decirnos que el ser humano tiene esperanza cuando se levanta como defensor de todo aquello: la bondad, la inteligencia, el valor, la justicia, el amor… que le ha hecho la criatura más fascinante de la creación. “La carne se hace verbo y es la vida” nos declama en un verso de uno de sus poemas; un aliento necesario para saber que la vida es un camino lo suficiente hermoso y breve, como para no dejarlo en manos de facinerosos cobardes, porque “llegas a la vida/y ya es ineludible la muerte”.

domingo, 10 de marzo de 2013

Aquellos que fundaron Castellón



Relato de José Manuel González de la Cuesta

Ferrán sujetaba el gaiato con fuerza a las puertas de la muralla que miraba desde el Cerro de la Magdalena al impresionante llano que hacía deslizar la vista hasta el mar.  El castillo se levantaba imponente sobre el ajetreo de los que, hasta ese día, habían sido sus habitantes, que se afanaban en los preparativos de la comitiva que iba a abandonar, por la gracia del rey Jaime, la protección que sus torres, como fieles guardianes que avistaban todo lo que pasaba en la llanura, y sus murallas, protectoras desde tiempos inmemorables, cuando eran habitadas por los muslimes, antes que las huestes del rey las conquistaran para la cristiandad, les ofrecían.  Atrás estaban a punto de quedarse sus años infantiles de juegos despreocupados; la mocedad en la que empezó a trabajar de sol a sol, junto a su padre, arrancándole a la tierra dura de los barrancos, que se empinaban hacia la cima de la montaña, el sustento de cada día; sus esponsales con Isabel, la hija de Nuño el cordelero, y los posteriores nacimientos de sus hijos Isabel, Ferrán y Nuño. Todo un tropel de recuerdos le vinieron del golpe, acentuando su melancolía y la incertidumbre de lo que les depararía el futuro. Pero lo cierto es que en la plana que se abría ante sus ojos la tierra era mucho más fértil y ofrecía mayor prosperidad; así lo habían hecho saber quiénes aprovechando el despoblamiento que habían sufrido esas tierras unos años atrás, al haber sido abandonadas por los musulmanes que las habitaban después de las revueltas que protagonizaron contra el rey, se aventuraron a ocupar las alquerías que habían quedado sin dueño. Ahora que Jaime de Aragón había concedido a su lugarteniente Ximén Pérez de Arenós la Carta Puebla, por la que autorizaba a ocupar cualquier lugar del término real, el momento de abandonar el castillo había llegado, para dirigirse hacia la alquería de Benárabe, lugar elegido para el nuevo asentamiento.
          Eso si el tiempo lo permitía, pues una inoportuna e incesante lluvia estaba retrasando la partida más de lo aconsejable, que siendo un día tan oscuro acabaría por echárseles la noche encima antes de llegar a su destino. Era mediodía y todavía se estaban cargando carromatos y acémilas que transportaran los pocos, pero necesarios enseres, que don Ximén había autorizado llevar. Si la noche les sorprendía con esa lluvia y apenas sin escolta iban a tener serios problemas. Por eso Ferrán, estaba nervioso y el mal humor iba creciendo en su interior, hasta que avanzada ya bastante la mañana la comitiva se puso en marcha por el camino que les conducía a las tierras planas y fértiles de su nuevo destino.
          Bajaban torpemente por culpa del barro que se hizo más intenso cuando alcanzaron la llanura, dejando tras de sí las rocas de la montaña, medio ocultas entre nubes que no paraban de descargar agua, lo que les obligaba a tener que empujar los carros haciendo un esfuerzo enorme que les dejaba exhaustos, sobre todo a los niños, obligándoles a tener que parar más de lo que sería conveniente. Pero iban felices, la nueva vida que se abría ante ellos les daba un plus de ánimo y fuerza que las hacía superar todas las dificultades. Ferrán tiraba con brío de su carromato hecho con pesadas ruedas de garrofera, que se hundía en el barro más de lo que a él le hubiera gustado, mientras sus hijos y esposa, salvo la pequeña  Isabel, que iba acomodada y protegida de la lluvia entre enseres, ayudaban en el empeño. Podía haberse pospuesto la bajada a otro día con mejor tiempo –pensaba-, pero las órdenes del lugarteniente del rey se habían de cumplir sin dilación, además ya habían aguantado bastante viendo como las tierras que desde el cerro se ofrecían a la vista, permanecía a la espera de que alguien las trabajara.
         La comitiva lentamente se iba adentrando en una llanura pantanosa anegada de agua, cuando la noche se les empezó a echar encima. Había que tomar decisiones, los niños y mayores estaban agotados, las mujeres no daban abasto para calmarles y en los hombres el cansancio empezaba a hacer huella. Además el temor a la oscuridad de una noche tan inclemente y lluviosa, y acabar perdidos entre las aguas pantanosas que les rodeaban, empezó a incrementar su desánimo, y las dudas sobre si había sido una buena idea abandonar sus hogares de la protección que les ofrecía el castillo, fueron prendiendo en muchos de ellos. Pero no se podía parar, don Ximén les esperaba en la alquería con todo preparado para su llegada, y la noche, si no seguían avanzando les engulliría entre el frio y la lluvia, quién sabe con cuánta desgracia. Ferrán opinaba que debían seguir, a pesar de ver a su familia al borde de la extenuación, y a su pequeña Isabel en un llanto provocado por el frío y el hambre. Había que seguir y alcanzar la alquería; mientras estuvieran en movimiento el cuerpo no sucumbiría a la derrota.  Repartieron las últimas viandas que les quedaba: longanizas, trozos de los rollo de pan que los niños llevaban colgados alrededor del cuello y vino para coger fuerzas, y buscaron cañas que en grandes manojos crecían a la vera del camino.  En cada gaiato colocaron un farol alimentado con grasa de manteca, una luz que les iluminaría hasta su destino, formando una sirga luminosa que serpenteaba por el camino entre la noche y el agua del marjal, que salvaban gracias a las cañas que usaban para marcar las zonas pantanosas y no caer en ellas.
           Cuando Ferrán vio las luces de la alquería al fondo, y los hombres del administrador real salieron a su encuentro, los ojos se le humedecieron con el grito de júbilo de toda la comitiva. Supo en ese instante que aquel iba a ser su hogar y el de las generaciones futuras de su familia, y prometió ante los suyos que cada año subirían al Cerro de la Magdalena, ese mismo día, tercer domingo de Cuaresma, en conmemoración del sufrimiento que habían padecido. Lo que no sabía era que se encontraba entre los fundadores de la futura ciudad de Castellón. 

viernes, 1 de marzo de 2013

Exposición Grupo Figuración Siglo XXI



De José Manuel González de la Cuesta


Figuración XXI es un grupo de jóvenes castellonenses que han tomado la figuración como bandera, haciendo de ella una reivindicación artística, no tanto porque en esa tensión dialéctica habida a lo largo del siglo XX entre figuración y abstracción, la primera haya sido ninguneada en ciertos círculos artísticos y mercantiles, hasta la poderosa irrupción que el Arte Pop y el Realismo tuvieron desde los años 60, o incluso que algunos de los grandes pintores del siglo, como Edwar Hopper, George W. Bellows, en Estados Unidos, Antonio López, Amalia Avia, o Eduardo Úrculo en España, hayan marcado parte de la historia del arte del siglo XX, sino porque su reivindicación va más allá del mero aspecto formal, tal como exponen en su Manifiesto fundacional: Este reclamo, viene dado entre otros motivos por una revitalización y un reconocimiento a la figura del pintor de caballete, que se remonta a tiempos inmemoriales dentro de la historia del arte y por supuesto al lado más manual y humano que conlleva el ejercicio de la pintura”. Es una reivindicación del oficio de pintor, una vuelta al clasicismo del caballete como soporte de la obra pictórica. Sin embargo, tienen también un espíritu de vanguardia, reflejado al reivindicar la nueva figuración mediante un  “manifiesto” en el que anunciar cuáles son sus propósitos como Grupo, del mismo modo que las vanguardias del siglo XX hicieron sus propios manifiestos, como gritos al mundo de cuáles eran sus ideas artísticas. Pero El Grupo Figuración XXI no se queda en la reivindicación del aspecto formal de la pintura: “De la misma forma se puede optar por ser “tradicional” en cuanto a la ejecución se refiere y “moderno” en el concepto”, dicen reclamando el derecho conceptual de la pintura figurativa. La apariencia naturalista y explícita nunca ha estado exenta de contenido, continúan expresando en su manifiesto.
         Ahora, hasta el día 23 de Marzo exponen en Castellón, en el Centro Cultural Provincial Las Aulas, donde podemos ver el Pop de Raquel Lara, en figuras y rostros de mujer con una delicada factura cubista no geométrica, que nos habla del arte como una evolución constante, rememorando al gran Roy Lichtenstein’s. Carlos Asensio nos enfrenta ante un realismo que va más allá del puro ejercicio visual, transcendiendo hacia la intelectualización y el concepto que nos quieren expresar esos hombres, jóvenes o mayores, en actitudes gimnásticas que incitan a pensar que la vida está inmersa en una dinámica que sólo se acaba con la muerte. Nacho Puerto nos asombra con el realismo casi etéreo de sus paisajes urbanos, o en la frontera del hiperrealismo surrealista o el Pop, con una belleza formal que deja al espectador desnudo ante sus obras.  Todos ellos componentes del Grupo Figuración XXI, que nos dan la buena noticia de que el arte pictórico sigue vivo en Castellón, que tan buena tradición tiene, siguiendo la estela de Traver Calzada, Luis Prades o Bolumar, con una propuesta expositiva que cierran la fuerza expresiva de las naturalezas de Esmeralda Rodríguez y la materia escultórica postindustrial de Manuel Martí.
         Estamos, por tanto, de enhorabuena, al constatar la calidad artística de estos jóvenes que auguran un futuro prometedor para ellos mismos y para el arte sin fronteras.
        

La peligrosa huída hacia adelante de Israel y EEUU

  Netanyahu, EEUU y algún que otro país occidental demasiado implicado en su apoyo a Israel, haga lo que haga, sólo tienen una salida al con...